Narizones
Cueva Narizón
(19/1/2008)
(19/1/2008)
Texto y fotos: Antonio G.C.
A veces ciertas palabras suenan mal y bien a la vez. Narizón es un insulto menor con poco impacto pero no tiene precio como indicador. Suena rotunda e inolvidable: narizón. Durante el rato que pasamos en la cafetería Adelma de Hoznayo, antes de continuar hacia Castro, pensé en las narices de cada uno de nosotros. Hacía el frío y el sol de un anticiclón invernal. La nariz más voluminosa me pareció que podía ser la de Julio. O quizás la mía o la de Juan. Pero seguro que no era la de Pepe o la de Manu. Las narices de éstos últimos son afiladas y algo más elegantes que las primeras. No llegué a ninguna conclusión en relación con el problema de las narices pero mientras tanto Manu y Julio se despacharon unos bocadillos y unos cafés (o fueron cervezas?) con una pinta extraordinaria. Por desgracia Pepe y yo habíamos desayunado con tanto entusiasmo que no venía al caso repetir otra vez. Juan se corto también.


SCC: somos como canicones. A Juan se le olvido la topografía en el coche. Esto, sin ser dramático, no fue muy afortunado que digamos. En esta cueva hay zonas laberínticas y pasos clave obligados que conviene ubicar como jalones en el camino. Avanzamos por la galería pasando por la Sala de los Arañazos hasta una zona de desfondes en que las posibilidades de continuación se multiplicaron conduciéndonos, una tras otra, a ratoneras o estrecheces intransitadas. Llevábamos más de media hora dando vueltas. Comprobamos dos veces cada posible camino incluida la Galería de los Ojos Verdes. Julio y Manu comenzaron a hablar de aperitivos, cervezas, blancos y esas cosas. Me tomé el encontrar la continuación como un desafío lógico. Al cabo de cinco minutos la habíamos encontrado. La confirmación consistió en una corriente de aire apreciable y un pequeño catadióptrico. Una larga arrastrada enclaustrada entre las pequeñas columnas que abarrotan la Galería de la Esperanza nos condujo hasta el Pozo de la Esperanza (parece que los exploradores estaban llenos de esa virtud). La primera instalación consistía en un cordino alrededor de una robusta y baja columna. Añadimos un cordino al ya colocado para darle mayor seguridad al anclaje. Bajando unos diez metros accedimos a un nivel intermedio con otra instalación similar a la anterior.

Algunas galerías meandrosas irradiando desde el punto en el que estábamos nos llevaron a una zona de decoración poco corriente donde nos pusimos a hacer fotos como locos. El entusiasmo fue creciendo hasta convertirse en una peligrosa euforia. La euforia se nos chafó cuando en un movimiento imprevisto rompimos unas bonitas concrecciones (dejo en el anonimato a los irresponsables directos). Ahora debo deciros una cosa: los espeleologos somos unos seres estresados, como casi todo el mundo, que no se dan cuenta de lo valioso que es cada mm2 de cualquier cavidad. En las arenas secas de cualquier galería perdida en una cueva anónima que no hemos encontrado todavía pueden estar ocultas las claves científicas del futuro de la Humanidad. Las cuevas nos ayudaron a aguantar las glaciaciones y posiblemente también nos sirvan para aguantar otras cosas peores. Los barros secos pueden contener en sus estratos el polen de la vegetación de hace 100000 años. ¿Quien sabe la maravillosa información que nos podrían proporcionar? Quizás podamos recuperar plantas extinguidas o determinar los ciclos del clima o encontrar el camino hacia el Nirvana. Para ejemplos de cómo se deben tratar las cuevas tenemos que mirar a los australianos y norteamericanos. También los franceses son bastante cuidadosos. De cualquier forma solo fue un trozo chiquitito el que rompimos y nos dolió mucho. Así que no nos echéis los perros.
Para continuar reforzamos el segundo anclaje con otro cordino. Luego nos metimos en una zona de instalación confusa. El montaje es totalmente mejorable, de tal forma que sería suficiente llevar una cuerda de 20 m. para bajadas en doble de, como mucho, diez metros. De hecho el tercer "tramo" es destrepable sin ninguna dificultad salvo el resalte de tres metros que desemboca directamente en medio de la Galería del Cementerio Macarrónico. En este tranquilo y acogedor lugar nos comimos todas las empanadillas, los frutos secos y el resto de las provisiones. A renglón seguido tuvimos una larga sesión fotográfica salpicada de movidas variadas. Uno de mis flashes dejo de funcionar (ya estoy acostumbrado). Luego nos fuimos hacia la izquierda, sin pensarlo, en la dirección que nos pareció la continuación de la travesía.


Estábamos en la zona de la cavidad que se considera perteneciente a Torca Palomas. El Oso Sudoroso nos hizo sudar. Pero no nos importaba lo más mínimo que ese Oso nos hiciese sudar pues no faltaba demasiado para la salida. La cueva iba cogiendo dimensiones mayores según avanzábamos. Al cabo de cierto tramo llegamos a la Sala de la Encrucijada. Nos encontramos con el río de la torca. No había mucho caudal y las aguas discurrían transparentes sobre el lecho de guijarros pulidos. El suave rumor en el silencio de la cavidad estaba allí. Y entonces nos paramos para una sesión de fotos que incluyesen el arroyo. Después reanudamos la marcha.
A partir de aquí la galería principal se va entrelazando con la del río y también se deja entrever un nivel superior comunicado por pequeños resaltes. Poco antes de llegar a la base de Torca Palomas encontramos varios restos de desgraciados mamíferos caídos al fondo. Generalmente no sientes nada si el bicho es un reptil y poco si es un batracio, pero si se trata de un mamífero todos le compadecemos. Natural y espontáneamente. Similar a lo que nos ocurre cuando nos tropezamos con un cachorro de cualquier especie mamífera. Se nos enternece el corazón. Bueno no a todos pero si a muchos. Sobre todo si son gatitos.
A partir de aquí la galería principal se va entrelazando con la del río y también se deja entrever un nivel superior comunicado por pequeños resaltes. Poco antes de llegar a la base de Torca Palomas encontramos varios restos de desgraciados mamíferos caídos al fondo. Generalmente no sientes nada si el bicho es un reptil y poco si es un batracio, pero si se trata de un mamífero todos le compadecemos. Natural y espontáneamente. Similar a lo que nos ocurre cuando nos tropezamos con un cachorro de cualquier especie mamífera. Se nos enternece el corazón. Bueno no a todos pero si a muchos. Sobre todo si son gatitos.

Ya era noche cerrada cuando nos volvimos a reunir junto a la boca de entrada de la torca. Había refrescado bastante. Oscilamos entre la idea de irnos a cenar o solo tomar unas raciones. La telefonía móvil comenzó a recaudar beneficios. Al cabo de un rato estábamos en Hoznayo tomando unas cervezas con una tabla de quesos. Sobre las brasas del asador grandes trozos de vacuno humeaban de forma invitadora. Creo que la mayoría optó por quedarse a cenar allí...pero yo no lo sé. Creedme.
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