Hola amigos:

Espeleo50, es un colectivo de espeleólogos con mucha experiencia y federados en la FME.

Somos ya un poco maduritos, pero todavía con ganas de guerra.

Ahora ya podéis seguir nuestras nuevas aventuras en este blog.

Un saludo,

Espeleo50 team


1.4.08

Forbidden Lands (III)

Forbidden Lands III (18/10/2008 y 25/10/2008)

1. Ríos

Miguel hablaba de las fiestas de Balmaseda, de sus hijos, de una chica muy joven que tuvo un derrame cerebral. Quizás los anticonceptivos y el tabaco. Conducíamos con calma y delectación.
Volvíamos de nuevo a la cueva que tanto nos motivaba... Ahora estábamos en un río. Sonidos de arroyos subterráneos discurriendo bajo bóvedas oscuras. Nos pareció oír voces humanas, lejanas, murmullos suaves y risas apagadas. Como entre sueños la conversación de un grupo de jóvenes a la orilla de un lago bajo los árboles.
En el exterior hacía un día de sol radiante y colores nítidos. Jesús Olarra con un amigo, y esperando a otro, estaba a punto de entrar en la Red del Gándara. Salía un viento muy potente por la boca de la cueva. Las rocas estaban más húmedas que otras veces. Avanzamos cueva adentro hasta un lugar en que nos vimos obligados a calzarnos trajes de neopreno.
Primero fue un río que iba hacia el este. Luego se le unió un afluente grande, con sonidos de pequeñas cascadas, que venía del oeste. Al poco el río formado por la unión de los dos giró hacia el oeste 180º. Transparente el agua sobre arenas gruesas. Siempre recreando la escena del arroyo... ningún tiempo que ganar. Nunca. Solo los guijarros dormidos en un sueño nítido. Unos 200 metros más allá el río volvió a girar 180º enfilando hacia el oeste. Tras recorrer un tramo mediano se le unió otro afluente por la izquierda procedente, más o menos, del noroeste. Decidimos tomar este último afluente que nos remitía hacia el interior del sistema. Después de seguirlo durante un tramo, no muy largo, en que la abundancia del barro tapizando paredes y bloques fue en aumento, llegamos a una bifurcación. El río giraba hacia el este de nuevo y a mano izquierda una galería fósil ascendente nos elevo dando revueltas unos quince metros por encima del nivel del río. La galería acababa de forma abrupta en un balcón sobre un curso fluvial que, luego comprobamos, era el mismo río por el que veníamos.
Volvimos de nuevo al cauce y continuamos por una zona de tránsito más pesado. Había que agacharse y en algunos lugares seguir conductos alternativos. Dibujábamos flechas sobre el barro húmedo, clavábamos menhires verticales en el suelo, nos fijábamos en los detalles para no dudar a la vuelta. Como las aguas del río se hacían imposibles de transitar bajo un caos Miguel se encaramo con dificultades a la montaña de bloques resbaladizos, pero al otro lado era imposible descender sin cuerda. Por debajo de los bloques un laminador medio inundado y tapizado parcialmente de barro era la única continuación viable. No la seguimos, decidimos dejarlo en ese punto, y volver mirando los otros ríos. Uno de ellos se perdía en aguas profundas en las que se hacía necesario nadar. El otro provenía de una zona de pequeños rápidos y cascaditas con un laminador.
Las instalaciones de acceso a los ríos estaban en condiciones penosas. Todos los parabolts (salvo uno) giraban locos sin posibilidad de apretar las tuercas. Durante el ascenso tuvimos que separar la cuerda de la vertical tirando de ella a mano para evitar un roce.
Salimos temprano y volvimos por Ramales. En la plaza del pueblo había algunos puestos de feria aún abiertos pero estaban recogiendo ya.


2.Meandros

Una semana después parecía que no íbamos a entrar en la Cueva del Gándara. Miguel (BALM) andaba liado con la vela y el viento de las regatas. Pero me llamo Pepe (Espeleo50) con intención de venir a pasar el fin de semana en Laredo y hacer espeleo el sábado. No me negué. Fuimos al local de la Federación para ver a Juan por si se animaba. No estaba y cuando hablé con él ya tenía un bonito plan para ir a Rionansa. Sin embargo Miguel (SCC) y Eva, sin mucho entusiasmo, se unieron al plan. Manu no se enrolo en este cayuco y Julio, del que no tenía noticias, tampoco. Quedamos a las 8 ½ en Solares y a las 9 en Laredo. Nos acercamos a La Gándara por Soba.
La vida nos planteo un día espléndido pero muy frío. A las diez, o poco más, estábamos entrando tranquilamente en la Cueva del Gándara. Hicimos algunos altos para reajustar los equipos y la vestimenta, antes de alcanzar una hermosa galería que, al principio, tendría unos 10X20 metros de sección. Algún desfondamiento y varias trepadas hicieron complejo el avance. Pepe exhibía un talante feliz, Eva de ligera protesta y Miguel parecía serio. A mi se me hacían innecesarias las palabras aunque la verborrea me fue ganando terreno.
Llegamos a un punto en que era posible continuar por dos caminos: bien descendiendo entre bloques ciclópeos, bien ascendiendo un poco más arriba y a la izquierda por una galería de apariencia más modesta. Decidimos seguir esta última opción. Enseguida llegamos a un meandro desfondado de un metro -o poco más- de anchura y de profundidad incierta que nos corto el paso. Bajando un poco, una travesía en oposición algo delicada permitía salir al otro lado. Para mayor seguridad instalamos un corto pasamanos, que sirvió para que los que no hacían nada fueran almorzando. Eva se puso nerviosa en el pasamanos pero al final no hubo contratiempo.
Más adelante la galería se resolvió en un hermoso conducto, a veces múltiple, de buenas proporciones y formas redondeadas. De vez en cuando teníamos que buscar la continuación y algún resalte exigía más dedicación. El avance era tan entretenido que el entusiasmo se fue instalando entre Pepe y los demás. A veces Eva pasaba algún apuro y Miguel le daba la opción de volver hacia la salida tranquilamente. Pero para nuestra felicidad, siempre resolvíamos la dificultad. En una ocasión tuvimos que colocar una pila de piedras en forma de escalera para alcanzar el suelo en un destrepe. Y así, sin darnos cuenta, llegamos a un rellano en que se presentaron varias opciones de continuación.
Escalando en chimenea unos diez metros directamente y luego trepando por una placa arenosa se alcanzaba una continuación, apenas hollada, muy problemática por los grandes bloques que exigían continuas trepadas y destrepes arriesgados o quizás imposibles. Otra opción consistía en una ventana a dos metros de altura que se resolvió en una ratonera. Finalmente una cuerda instalada por los espeleos del SCD permitía alcanzar una ventana a unos diez metros de altura por la que pudimos continuar, no sin ciertas dificultades, avanzando por una coqueta galería. Un resalte nos obligo a colocar un cordino. Los bloques exigían una atención exhaustiva.
La galería volvió a tomar dimensiones espectaculares. Encontramos un escarpe instalado que nos llevo a posarnos sobre el fondo de la galería. Avanzando algo más un desfondamiento imponente nos exigía un pasamanos pero no nos quedaban cuerdas. Comenzamos la vuelta. A medio camino nos confundimos de ruta, en un punto en que había que dejar el fondo del meandro y subir, pero enseguida dimos con el camino correcto. Fue una desagradable sensación.
Unas diez horas después de haber entrado salíamos al valle de Soba. El cielo nítido, cuajado de estrellas y una pieza de música clásica que emanaba desde La Gándara nos saludaron. Poco después de las diez nos despedíamos de Pepe en Laredo y seguíamos hacia nuestras casas.

9.3.08

Forbidden Lands (II)

Forbidden Lands II (20/9/2008 y 27/9/2008)

3.

A lo largo de la semana se afanaron en llevar a cabo todas las tareas pendientes, antes de comenzar cualquier cosa que pudiera despistarles. Si bien habíamos quedado el sábado en Solares para ir al Coverón con Miguel, Eva y Manu, minutos antes de la cita llamo Miguel para comunicarnos que el coche no le arrancaba y que iba a dedicar el día a arreglarlo. Luego hablo por teléfono con Manu para obtener consejos de un mecánico experto pero el coche no funciono de ninguna manera.
Poco después conducíamos hacia Riba a través del puerto de Alisas. Aparcamos el coche en la curva de siempre a trancas de conseguir un lugar mejor. Después de tres veces ya pudimos localizar a lo lejos, entre el denso bosque primitivo, la calva que indica la cercanía de la boca del Coverón. Durante el trayecto de ida caímos en la cuenta de lo ventajoso de seguir el camino principal hasta un prado que bordea la carretera Riba-Matienzo (para el futuro esto eliminara la necesidad de atravesar ningún trozo de bosque denso con ramas invasoras que descargan toda su humedad sobre el desgraciado peatón y espinos tramposos colgados al tresbolillo que le arañan la ropa y el pellejo)
La cueva nos produjo una impresión similar a la de otras veces. Quizás con una pequeña componente de familiaridad. Al llegar al fondo de la gran rampa de entrada, en medio de la Sala abovedada, y con la luz verdosa tamizada por las hojas de las plantas, tomamos la galería hacia el este (izquierda) hasta el acceso a los pisos inferiores. Un resalte de cuatro metros con su correspondiente cuerda seguido de una cómoda rampa, también con cuerda, y en su final un pozo aéreo pero corto y muy ancho al estilo gótico del resto de la cueva.
En la base del pozo se nos abrieron muchas posibilidades de continuación. Nos repartimos el trabajo como buenos amigos. Después de hurgar por múltiples rincones de estilos variados –típica gatera, laminadores, pequeños meandros, salas de estrecha entrada y gótica estructura- pudimos comprender que el nombre de la zona estaba bien puesto: Minilaberinto. En un golpe de intuición Manu se metió detrás de un recoveco, sin ningún atractivo, que se prolongó en un pequeño meandro. Al cabo de un corto tramo desemboco en otro meandro algo mayor en donde la corriente de aire se hizo evidente. Continuando por una sucesión de montañas rusas y diminutas gateras sopladoras pronto alcanzamos un gran balcón arenoso hendido por un profundo meandro. Desde su fondo –imposible de ver por lo sinuoso de las paredes- podíamos escuchar el rumor de un arroyo mediano. Avanzamos por una zona de balcones y cornisas arenosas cruzada por puentes de roca sobre la grieta del meandro hasta que accedimos a una corta galería arenosa. La galería desemboco en una instalación de bajada. Unos veinte metros de estrecha y sinuoso descenso nos depositaron sobre el lecho de un riachuelo.
Decidimos ir aguas arriba pensando que la vuelta sería menos cansada. Enseguida empezaron las dificultades. El piso de la galería era estrecho, recorrido por el arroyo y con depósitos blanquecinos y resbaladizos a ambos lados formando aceras. Un resalte muy resbaladizo y sin cuerda, nos obligo a emplearnos a fondo para ascender. Por suerte una cuerda colgando del otro lado del resalte nos permitió bajar con seguridad. Y, pensando en la vuelta, mucho mejor. Continuamos con algunas contorsiones y equilibrios par salvar zonas algo más profundas hasta que nos topamos con un nuevo resalte mucho más serio que el anterior. Una cuerda nos elevó hasta unos dos tercios de la altura del meandro en donde unas plataformas daban acceso a otro meandro muy estrecho, afluente del principal, y a la base de una alta chimenea, inaccesible sin escalada en condiciones. Mediante una trepada técnica alcanzamos el final del resalte. Para nuestra desgracia la bajada hacia el otro lado, aguas arriba, no estaba equipada. No nos quedo más remedio que volver.
Aguas abajo del punto de acceso al riachuelo la galería nos llevo rápidamente a una zona estrecha y baja en que hubiera sido necesario mojarse por completo para continuar. Con esta información tan contundente volvimos hacia el pozo de acceso. Ya de nuevo en la zona de los balcones arenosos constatamos que la corriente de aire no provenía de la parte profunda del meandro. La conclusión fue que la corriente se perdía en algún sitio de este nivel fósil y que, por tanto, hay un fleco importante en el conocimiento de la cavidad. También nos dimos cuenta que la ruta que habíamos usado para llegar hasta aquí a través del Minilaberinto no era la única existente. Guiados por una fuerte corriente saliente pudimos llegar a la base del primer pozo por otro camino, algo más penoso que el de venida.
El éxito de la incursión nos obligo a celebrar el día poniéndonos las botas en el restaurante El Mirador de Ogarrio.


4.

Al viernes siguiente Julio organizó un nutrido grupo formado por Marta, Izaskun y Miguel SCC para ir a la red del Gándara. Al final el sábado por la mañana Miguel, de Balmaseda, se nos unió después de varias oscilaciones entre la vela y la espeleo. Mientras tanto nuestros amigos de Madrid organizaban una salida a Fuentemolinos que nos hizo dudar de actividad.
Desde Arredondo fuimos hasta La Gándara en tres coches. Nos habíamos convencido de llevar neopreno para intentar cruzar una zona de aguas profundas que visitamos en otra salida de hace unos meses y que nos intrigaba. Le dejamos a Marta un neopreno. Llevaba el pelo formando trenzas africanas. Miguel le comento que podía darle una capa de barro como ciertas tribus africanas (eso lo protegería del sol y de los insectos...) Además llevábamos un bote playero -de plástico- con su correspondiente inflador. Como ejercicio especial nos propusimos pasar todas las gateras de la cueva sin quitarnos la saca.
En no mucho tiempo alcanzamos la zona del Pozo de las Hadas. Pero a partir de aquí las esperas se prolongaron debido a la falta de experiencia de Marta e Izaskun con las cuerdas. Mientras pasaba el tiempo con lentitud pudimos disfrutar la rareza de un ambiente casi nítido en la Sala del Ángel. En ese estado de espera mística nos convencimos de que el objetivo que nos habíamos marcado para hoy era inalcanzable en un tiempo razonable. Íbamos a tardar demasiado en algunos pozos que debíamos pasar obligatoriamente. Así que, tras una consulta general, reconducimos la situación hacia objetivos más modestos.
Cuando volvimos a juntarnos en grupo compacto bajamos calmadamente, todos, a ver el conjunto de excéntricas a la izquierda de la cascada. Luego continuamos galería adelante. A una corta distancia y a la izquierda localizamos, en una especie de llamativo hundimiento, una galería paralela muy interesante. Formada básicamente por un meandro vertical, a veces colapsado de enormes bloques, con pasos agaterados entre éstos, fue haciéndose cada vez de proporciones mayores, al avanzar hacia el este, hasta que alcanzamos un punto en que, por seguridad, era recomendable instalar una cuerda para descender a una zona muy amplia en que sonaba un río.
Algo más lejos visitamos unas galerías meandrosas, de suelo arenoso, y cuyo acceso requería una corta trepada a la derecha. Las galerías se interconectaban entre sí por algunas gateras semiobstruidas por bloques empotrados y, finalmente, se lanzaban, con un salto de unos 40 metros en volado, sobre una sala arenosa con un riachuelo. No todos quisieron subir a ver esta bonita zona quizás por la trepada que requería, aunque su dificultad era mínima.
Un poco más adelante localizamos un paso entre bloques que fue resolviendose en una zona de pesados laminadores. Poco a poco las dimensiones de la galería se fueron ampliando y tras unos descensos por unas rampas con bloques aparecimos en una galería ancha, de unos tres metros de alta, con sección elíptica y suelo arenoso. Recorriendo esta galería encontramos varias zonas de interesantes formaciones. Finalmente alcanzamos una zona de desfondamientos y chimeneas ascendentes que parecían prologar la cavidad en esa dirección.
Nos quedo un recuerdo de tranquilidad y limpieza que se fue haciendo un hueco en nuestras cabecitas. Mientras comíamos formamos un círculo de amigos lejos de la superficie, bajo la montaña y en medio de una corriente de aire.
Los carbureros dieron tantos problemas como es habitual. Hubo agua, descarburadas en bolsas de plástico, tochos de carburo incómodos de colocar en el depósito, olores desagradables, manos manchadas y pequeñas contaminaciones en el suelo. Existe una solución muy fácil para todas estas incomodidades: LEDS.
La espera en el Pozo de las Hadas se dedico, según quien, a vagar mentalmente, charlar o dormitar. Como íbamos un poco por delante de los dos Migueles, durante el camino de vuelta, y antes del Delator, nos desviamos para mirar unas cortas galerías, conectadas por distintos puntos a la galería principal, que desembocaban en un pozo rodeado de terrazas arenosas. Resulto ser un sitio acogedor para un posible vivac
Pudimos salir de la cavidad temprano, en pleno atardecer Sobano. Poco después todo el grupo tomaba unas cervezas en Arredondo. Curiosamente se presento la madre de Marta en el bar para recoger a su hija. Había un ruido infernal, incluido el fútbol en un televisor gigante de plasma, y al final optamos por sentarnos fuera. Pero fue muy poco el tiempo que estuvimos así.
Mientras volvíamos hacia Solares Julio contaba historias personales que le preocupaban un poco. Pero mirándolo con cuidado todo parecía en calma relativa.

AZARES: Red del Gandara

AZARES
Red del Gandara

Texto: Antonio G.C. / Fotos: Felix One
Tras el éxito de la incursión a la Cueva del Cobre en otoño pasado con mis antiguos compañeros de la SEII de Madrid, Félix se animo a organizar otra excursión espeleológica. Le gusto lo que le hablé de la Red del Gándara. Con las dificultades de organizar a 10 personas -FelixI, FelixII, Zaca, Chicha, Antonio, Miguel, Micky, Ángel, Ángel Benito, Perico- se quedo el fin de semana del 10 al 12 de Marzo del 2006. El viernes por la tarde estuve esperando que Félix me llamase hasta que a las 9 le llamé yo. Se le había olvidado mi número en la oficina y de los dos coches que venían uno estaba en Burgos y el otro pasado Villarcayo. Rápidamente terminé de preparar todo y tome la carretera a La Gándara por Ramales y Soba. Había empezado a llover fuerte y con viento.

Cuando llegué ya estaba allí el coche de Zaca que había venido con tres compañeros más conduciendo él todo el camino. Se quejo amargamente de haber tenido que currárselo todo sin poder emborracharse ni ná. Mientras les ponía al tanto de novedades espeleológicas en Asón y en Cantabría aparecieron el resto de compañeros. Félix venía conduciendo el otro coche. En total éramos, incluyéndome, 10 personas. Además al día siguiente aparecio a las 9 de la mañana Miguel, un médico al que le gustan las aventuras que vive en Balmaseda. Entre Felix, Chicha y Zaca fui sometido a un interrogatorio de información espeleológica y de detalles sobre la cueva.“El albergue El Carrascal tiene una buena cocina, una amplio sala, una sala de estar o comedor y, como añadido, una suite nupcial -con jacuzzi incluido- que debe hacer furor en Soba”. Durante la noche mis sueños fueron amenizados por los silbidos del huracán exterior aderezados por tres tipos de ronquidos diferentes. A pesar de todo conseguí dormir placidamente a intervalos y me levante de buen humor.


Nada más asomar la nariz nos dimos cuenta de que llegar a la cueva, aunque esté a cinco minutos del coche, no iba a ser fácil. Algunos paisanos acostumbrados a ver llover en la Cornisa Cantábrica comenzaron a pensar que se avecinaba el Diluvio Universal. Jamás habían visto tanta agua salir por todas las surgencias del valle. La cascada del Asón se asemejaba a las cataratas de Niágara. Miguel fue a comprar sin éxito, debido -quizás- a que la tienda no estaba abierta por la pereza de las dependientas en un día así, bolsas de basura grandes para improvisar impermeables. Además habían algunos paraguas que funcionaban a intervalos cuando el viento lo permitía. Félix de la Llave opto directamente por no meterse en la cueva.

Los preparativos, tediosos y pesados, se complicaron. Cada uno se busco un rincón por la casa para extender sus cosas. El problema principal fue ajustar los arneses y recordar como se colocaba cada aparato. Los carbureros, apagados quizás durante años, también requirieron la atención de un niño malcriado. Pronto se vio que el carburo escaseaba. Me dedique a recorrer los pequeños tumultos originados por cada espeleologo. Chicha se acababa de comprar un nuevo croll que me mostró con satisfacción. Al viejo le quedaba 1mm. para cascar por el orificio inferior. Félix se jacto de unos guantes de fregadero agujereados que, según el, eran buenísimos y que le habían durado años y años(¿?). Creo que a las once nos fuimos en dos coches, el de Miguel el médico y el de Zaca, a aparcar en el cruce del Puerto de la Sía. Como no tenía impermeable me puse una bolsa de basura agujereada para la ocasión.


Durante el ascenso el diluvio se convirtió en una lluvia normal que nos permitió respirar un poco. En cuanto llegué al agujero me metí pa dentro dejando mi bolsa de basura y un paraguas prestao por Miguel. Los demás hicieron lo mismo y nos pusimos a colocarnos los arneses para el pasamanos inminente. Caían chorros y goteos por doquier (en sitios que todas las demás veces he visto secos) dificultando encontrar un sitio cómodo en el que sentarse. Deje que los más ansiosos se alejaran hacia delante buscando el camino. Me preguntaban de vez en cuando para seguir adelantando. Pero yo tenía que velar por los que iban más despacio y controlar de vez en cuando el total. Empecé a sentir el placer de no correr y de poder observar las galerías iluminadas desde múltiples puntos como no las había visto antes. No me podía creer las nuevas vistas que iba descubriendo. Y mis compañeros tampoco se podían creer lo magnífica que es la Red del Gándara. Además nunca había visto tanta agua caer por todos lados. Pero lo mejor estaba por llegar.

La galería zigzageante nos hizo sudar a casi todos pero como ya la conocía dosifique el esfuerzo. “Perico ha conseguido adelgazar 15 kilos últimamente lo que es un logro impresionante”. Hicimos una parada a la salida de la zona en que se debe ir agachado. “A partir de este punto se puede transitar erguido aunque las continuas subidas y bajadas también se notan.” Poco a poco fuimos llegando al pozo y a la gatera de acceso. No pensé que esa gatera fuera a dar problemas a nadie ya que he visto pasar a individuos grandes y corpulentos. Pero los dio. Zaca, que fue el segundo en meterse tras de mi, intento pasar dos veces y no lo consiguió. Decidió salir y no intentarlo más veces. FelixI, Miguel, Micky, Antonio, Chicha y Ángel Benito pasaron la gatera pero Perico y Ángel ni la intentaron. Decidieron salirse con Zaca. Me aseguraron que no tendrían problemas de pérdidas. Enseguida llegamos al pozo y de aquí a la Sala de la Cascada en un momento.
La cascada rugía y se había multiplicado, apareciendo nuevas cascadas por varios sitios a la izquierda de la bajada. Estuve echando un vistazo por la zona de la izquierda para ver si encontraba continuación por algún lado que no hubiera visto anteriormente pero no encontré nada. “Me intriga al mirar la topografía esquemática la cantidad de galerías que aparecen por esa zona. Quizás estén en niveles diferentes”. Las excéntricas siguen, milagrosamente, todas en su sitio. De todas formas me puse en la zona de acceso avisando a todos los del grupo para que no tropezasen con ninguna. Estuvimos muy poco tiempo allí. La corriente mezclada con niebla y gotitas nos empapaba. Y nos fuimos rumbo al vivac de los franceses y a la segunda cascada.
Al poco de andar por la galería fósil que va hacia el vivac Antonio dijo que tenía hambre, que estaba cansado y que lo mejor era volver (se había dejado fuera un medicamento que tenía que tomar como a las 8 de la tarde). El resto del grupo querían proseguir salvo Micky que se mostraba indeciso. Les expliqué que faltaban de 15 a 30 minutos para el vivac y otros quince o veinte para la segunda cascada. Comimos y después de una valoración Antonio y Micky decidieron continuar con el resto. Al cabo de quince minutos -menos- estábamos en el vivac. Antonio se alegro de haber continuado al darse cuenta de que en realidad era poco lo que faltaba. Estuvimos unos minutos actualizando los equipos y en seguida subimos el resalte de cinco metros que nos llevo a uno de los meandros más bonitos que conozco. Mientras iba andando empecé a escuchar un sonido grave, una especie de vibración. Tenía que ser la cascada pero aún faltaban 200 metros por la retorcida galería. Cierto que fue aumentando el volumen de la vibración y cuando estábamos llegando a la ventana del pozo me recordó la turbina de una central hidroeléctrica en pleno rendimiento. No había manera de ver nada por la cantidad de niebla y agua pulverizada y en segundos teníamos los monos empapados. Hablar, a gritos. Estuvimos poco tiempo allí y comenzamos el regreso.

Volvimos a parar en el vivac para atender a los sistemas de iluminación y, con ritmo, enfilamos hacia la galería fósil. A mitad de ésta, debido a la escasa iluminación que llevaba, Ángel Benito resbaló y se metió un gran batacazo. Un corte en un dedo y un golpe en las lumbares. Al principio no podía moverse pero se recupero y, con dolor continuo, siguió andando aunque algo más despacio. Miguel, que es médico, le recomendó que no parase, que siguiera poco a poco. Cerca de la Sala de la Cascada me di cuenta de que había luces de otro grupo. En el ascenso de la Sala de la Cascada hay unas rampas con pasamanos y allí alcanzamos a los del otro grupo que resulto ser toda la gente del cursillo de este año: César , Moisés, Pepe, Susana y todos los cursillistas. En total 14 personas que sumadas a las 7 que formaban nuestro grupo iban a hacer el ascenso del pozo muy lento. Cuando les contamos lo del golpe de Ángel Benito nos dejaron pasar a él y a mi para que no se perdiera en la vuelta. Fue, mirándolo por el lado positivo, una suerte que pudiéramos salir los primeros saltándonos la espera del otro grupo entero.
Después del pozo, en donde nos cayeron un montón de piedras pequeñas que nos dieron en el casco, continuamos con calma y tranquilidad, pero sin parar, hacia el exterior. Creo que a las nueve estábamos fuera. Había luna y nubes que la ocultaban y se abrían a veces. Tuvimos la suerte de que Zaca se acercase con su furgoneta para ver si había salido alguien. Nada más llegar al albergue nos dimos una gran cena. Calculé que unas tres horas de espera, más o menos, iban a ser necesarias; y así fue pues FélixI, que fue el primero en aparecer, creo que lo hizo como a las doce y media o una. En general llegaron bastante cansados. Yo había cenado tanto que apenas pude dormir dando vueltas en la cama. Además el número de ronquidos diferentes aumento esa segunda noche.

A la mañana siguiente aunque llovía no era un diluvio. Desayuné y charlando un poco de todo nos despedimos. FelixI me prometió venir en Junio para ayudarme a localizar la Sima de las Falsas Esperanzas que, según él, debería ser revisada con atención.“Esta sima se encuentra en Peñas Rocías cerca de La Mole y me parece que la gente del AER no la ha mirado ya que no recuerdo que la hallan nombrado en ningún informe (lo mismo me equivoco). Para la campaña de verano...”. Quedamos en repetir salida espeleológica sin esperar mucho tiempo. De todas las cuevas de las que hablamos la que más sonó fue la travesía Rubicera-Mortero. “Esperemos que no ocurran tantos azares como en esta...”

8.3.08

GLORIAS: Rubicera - Mortero

GLORIAS
Rubicera - Mortero
febrero 2008


Texto: Antonio G.C / Fotos: Miguel & Paulino


Este finde he quedao en el albergue de La Gándara con mis amigos del antiguo SEII que ahora han fundado un grupo fascinante llamado 50 Team. En 50 Team todos tienen más de 50 años -o casi los tienen-. Que un grupo así, con más de 12 miembros, se plantee objetivos espeleológicos no triviales es un avance notable. Y refuta las creencias populares acerca de lo que se puede y no se puede hacer a esas edades.

En esta ocasión nuestro objetivo, del que soy promotor, consiste en realizar la clásica travesía Rubicera-Mortero de Astrana. Como una avanzadilla Zaca, Pepe, Hugo, Antonio J. y Miky entran el viernes por la tarde en el Mortero para comprobar el nivel del río y colocar un bote inflable al otro lado del lago. Cuando llego a La Gándara me encuentro paseando por el pueblo a Mariano, Paulino y Juan. Poco después llegan Félix, Ángel y Chicha procedentes de La Sía. Nos vamos a cenar al restaurante de abajo con ánimo de acumular alimento, como los camellos, para la jornada de mañana. Ya en el albergue me encuentro con Zaca, tuerto del golpe que le ha dado un cabo de cuerda en el ojo derecho, y sus compañeros de vuelta de la inspección del Mortero. Por lo demás no han tenido problemas salvo algún patinazo en el jabonoso suelo.

Me emociono con los regalos del grupo que me da Zaca. Aunque yo le exigí que me trajese una morena, una rubia y una pelirroja él me trae una chupa de color rojo con el distintivo TEAM y una llave articulada y con carraca de un acero noble. Me quedo fascinado con la llave. Zaca me pide que diga unas palabras pero yo salgo huyendo. Un concierto de ronquidos asesinos hace que coja el portante y me vaya a dormir con el coche bajo los robles de La Gándara. Allí solo escucho cárabos y lechuzas. Al oír los primeros grajos me voy p’al albergue. A las ocho de la mañana todos estamos en pie. Miguel llega desde Balmaseda un poco después. Trae un paquete de croissant rellenos de chocolate. A las nueve y veinte me pongo echo un energúmeno para poner en movimiento al personal. Es solo una representación teatrera pero hace efecto.

Bajamos hasta la primera curva del puerto en tres coches. Dos se llevaran hasta la salida del Mortero. Vamos a ser 10 espeleólogos: Félix, Pepe, Antonio J., Miky, Chicha, Miguel, Hugo, Paulino, Ángel y yo. Zaca, Juan y Mariano serán conductores. Sopla un aire frío del norte que anima a abrigarse. Pero con la caminata toda la ropa va saliendo de la escena. En las canales bajamos a pelo gracias a la irresponsabilidad generalizada y compartida que nos hace olvidar la cuerda de 30 en el coche. El destrepe es fácil y nadie tiene problemas. Algo antes de las 11 estamos entrando por la boca sur de la Rubicera.

Por si alguien quiere volver a hacer la travesía voy comentando algunos detalles que jalonan el recorrido. En general nadie me presta atención pero de vez en cuando alguien pregunta que cuanto falta para el río o para el pozo o para cualquier otra cosa. Me desespera la misma pregunta cinco o seis veces. Cada poco paramos para hacer recuento y esperar a reagruparse. Sin dificultades pasamos la estrechez entre bloques y avanzamos hasta la Sala de la Teta. Le echamos un vistazo a los pelos de cristal. A esas alturas todos estamos entusiasmados por la travesía. Algunos incluso están muy entusiasmados. Un poco antes de llegar al pozo de 30 nos colocamos los arreos. En el pozo tardamos más de lo previsto por el indecente estado de la cuerda. Se ha deslizado la camisa sobre el alma acumulándose hacia abajo de forma que, por el grosor creciente, la cuerda corre peor según bajas. Calculo que es la cuerda original que pusimos antes del 2000... A un metro del suelo no hay fuerza que te haga bajar. Para liberar la camisa le pegamos un corte a la cuerda a ras del suelo. Mientras tanto tomamos algo.

Ya cerca del río cogemos una galería rectilínea que parece trazada con tuneladoras. La bajada al río de la Rubicera inicia una etapa divertida y bonita. Hacemos fotos y frecuentes paradas para recuentos. En la Vía Real vamos un poco más lentos por dos resaltes con cuerda que se nos amontonan. Unos minutos después alcanzamos el balcón sobre el pozo de 90 donde se pierde el río de la Rubicera en las profundidades del sistema. Inicio el rosario del pasamanos y me siguen Ángel, Félix, Paulino... Todo va bien hasta que le llega el turno en la comba a Félix. Después de un rato de forcejeo intentando subir a brazo se queda sin fuerzas por no bloquear el croll. Voy a echarle un cabo de cuerda para tirar y ayudarle. Durante este rato se me dispara el coco pensando en un posible rescate si a alguno le da la pájara o en que los parabolts que nos mantienen revienten la roca arenisca de baja calidad en que están puestos. Por fin Félix sale del atolladero pero como efecto colateral varios de los que faltan por pasar se contagian de estrés y andan también con reparos en la comba. Para adelantar un poco según van llegando continúan hacia el primer pocito de ascenso por una pequeña galería. Cuando llego a la sala del pocito ha subido uno. Para agilizar iremos encadenando todas las subidas y bajadas hasta el Mortero. Me adelanto para indicar un paso clave, el único que tiene pérdida hasta el lago. Mientras tanto instalo una cuerda en un ascenso algo incómodo justo antes de los pozos de descenso. Llego al lago junto con Paulino y Ángel. Poco después aparecen Hugo, Félix y Pepe. Nos ponemos a inflar el complicado bote. La parte de la bañera está pinchada. Para inflarlo se debe pasar por un cursillo especial. Por suerte el afortunado propietario -Hugo- está presente y nos da la primera lección. Las travesías son inauguradas por Félix. Para recuperar el bote le atamos el cabo de un carrete de cordino en la popa. Paulino, Ángel y yo nos vamos por los nuevos pasamanos instalados sobre el lago para evitar medios de transporte acuáticos.
Cuando alcanzamos la otra orilla nos encontramos enseguida a Félix luchando con los clásicos pasamanos del Mortero. Mientras son pasapiés de verdad Félix va avanzando despacio pero cuando llega a los que son tirolinas me dice que le fallan las fuerzas. Para ayudarle le hago una pequeña demostración de cómo pasar relajadamente una tirolina. Esto le anima y mal que bien va pasando -a veces con algún tirón de ayuda- el resto de los pasamanos. Cerca del Cuivo nos encontramos una nube de humo con Hugo sentado placidamente en su interior. Los tres avanzamos juntos hasta la Sala del Caos. Ya se oyen las voces de Paulino, Ángel y Pepe.

El pozo de salida lo hacemos por las dos vías (rampa y desplome). De los diez que somos hemos salido seis. Nos quedamos esperando dentro del recinto del Mortero. Las cabras y ovejas que están en su interior andan muy inquietas con nosotros. El cielo está cuajado de estrellas y rezuma un frío helador del que nos protegen las paredes del recinto. Ángel no aguanta más frío y decide bajarse a La Gándara a pié. Las llaves del coche clave las lleva Pepe. Los cinco restantes llegamos a los coches –a 6ºC- y nos cambiamos. Para mi asombro Pepe y Félix se beben una cerveza helada. Tras una larga espera Félix se baja en uno de los coches para tener cobertura. Con él bajamos Paulino y yo. Después de tomar algo de comer en el albergue charlando con el resto de compañeros me subo con Juan en mi coche a recoger los trastos e irme a dormir a mi casa.


De subida hacia Astrana me encuentro bajando al coche de Pepe en el que van Chicha, Hugo y Miky. Me cuentan parte de la batalla pero los detalles me los cuenta Miguel a la mañana siguiente. Tras el paso del lago tuvieron un problema con el bote: eran incapaces de desinflarlo. No me enteré del todo como consiguieron al final jibarizarlo si a navajazos o con maña. Más tarde Chicha se quedo bloqueado por una mala posición de los mosquetones en una de las tirolinas. Después de varios intentos frustrados de desbloqueo, incluido el que un sufrido espeleologo empujase desde abajo del lago para liberar de peso, una cuerda pasada por un mosquetón consigue izar un poco a Chicha y así desbloquear todo el tinglado. Miguel me comenta algunos problemas más que surgieron en el paso de las marmitas; pero finalmente consiguieron resolverlos todos y colocarse en el pozo de salida. Sin embargo la cuerda había desaparecido. En realidad no, solo estaba subido el cabo final hasta una repisa a unos cinco metros de altura. Después de pensarlo Miguel se dio en solo integral los resbaladizos pasos hasta el cabo de la cuerda consiguiendo así liberarse y liberar a los otros tres Miky, Antonio J. y Chicha de la trampa del Mortero.

Son cerca de las 3 de la mañana del domingo cuando aterrizo en mi casa contento de que todos hayamos salido con bien de la aventura. Duermo como una piedra.

7.3.08

Galena & Excéntricas

Galena & Excéntricas
2/2/2008


Texto y fotos: Antonio G.C.

Poco después de una excursión de escalada, en el otoño pasado, con Mavil a la Peñas Blancas de Cartagena -justo a la base de la vía Tiempos Modernos- comencé a barruntar la idea de visitar las abundantes bocas de mina que hay en la zona. Se trata de un macizo calcáreo con algunas pequeñas cavidades conocidas pero que, en potencia, puede albergar un cavernamiento abundante. La probabilidad de que tal cavernamiento sea interceptado por una galería minera es relativamente alta.

A primeros de Enero una primera visita con Joaquín a las bocaminas más altas nos proporciono un primer soplao en una de las galerías que visitamos. El cavernamiento era pequeño pero bien decorado. Una galería descendente con alguna posibilidad de continuación estaba colmatada de escombros mineros. En esa misma bocamina dejamos sin bajar un gran pozo de ascensor abandonado.

Durante el carnaval pasado conseguí que me acompañasen en una pequeña expedición Joaquín, Mavil, Miguel Ángel, Dani y Onofre. El objetivo era la zona principal de las minas de Colon sita al lado de los edificios administrativos.

El día se mostraba sonriente y, a pesar de estar a primeros de febrero, podía transitarse en manga corta. Para acercarnos a las minas aparcamos los coches frente a la desviación hacia Campillo de Adentro. Durante los preparativos se acerco un guardia rural que nos proporciono información adicional. Los mineros contaban de una cueva que interceptaron -bastante grande- y que llamaban del "Caballo". Tanto el guardia como los espeleólogos de Cartagena la buscaron infructuosamente. Por otra parte el guardia si que encontró en sus incursiones algunas pequeñas fisuras que se prolongaban en otro sector de las minas.

Tardamos una media hora en llegar a las minas. Una línea de teleférico sin los cables nos acompaño paralela a la pista de acceso. De pasada echamos un vistazo al antiguo depósito de explosivos y a un aljibe todavía repleto de agua. Elegimos la bocamina más cercana para comenzar. Una ancha pista horizontal nos acerco en dos minutos hasta la entrada.

En realidad había dos bocas juntas. La de la izquierda, ancha y cómoda, llevaba a un pozo de ascensor perfectamente construido que sondeamos en unos 50 metros. Luego la galería se acababa bruscamente después de un recorrido total de unos 100 metros. La otra era el acceso a un largo pasillo descendente que, dejando a la derecha un pozo minero de unos 20 metros, se prolongaba luego unos 200 metros por una galería de laboreo. Decidimos bajar el pozo de 20 por la fuerte corriente que se percibía sumiéndose en él.

Metimos un spit de cabecera y anclamos en dos estacas de acero clavadas en el suelo. Para evitar el roce con el borde del pozo colocamos una saca. Luego con un solo fraccionamiento completamos la bajada. El pozo se abría a una galería que por la izquierda llevaba a una ventana a mitad del otro pozo. Por la derecha dejamos primero un pasillo descendente a la izquierda y luego desembocamos en una gran sala de laboreo con otro pozo en su fondo. Instalamos un pasamanos quitamiedos y echamos un vistazo exhaustivo. La única continuación era bajar el pozo.
Tras una reflexión detenida instalamos un spit de cabecera que repartía el esfuerzo con un puente de roca. Una rampa en curva necesito un desviador. Finalmente un salto de unos 15 metros se resolvió con un spit. La cuerda nos depositó en una enorme sala de laboreo con decenas de galerías irradiando desde allí. Primero visitamos una que aspiraba viento. Un recorrido de 100 metros nos puso en la base del pozo de 50. Arriba se veía la luz del día. En la base del pozo encontramos abundantes bichos despeñados y una serpiente, quizás una víbora, con poca energía. Otra serpiente, más grande, se había alejado bastante de la base del pozo pero tenía menos energía que la primera. Ambas tenían toda la pinta de estar muriéndose de hambre pero, por lo que pudiera pasar, no nos acercamos mucho.

Continuamos la exploración detenida de todos las galerías. Resultaba un poco laberíntico pero con algo de cuidado se podían seguir rutas sistemáticas. Llegamos a una zona de abundantes cantos que al desescamarse en un finísimo polvo plateado llenaba todo el aire. Lo respirábamos sin darnos cuenta. Creo que ese polvo era de galena, sulfuro de plomo, no muy recomendable para la salud. Observamos un nivel inferior a unos 10 metros por debajo, pero no encontrábamos un lugar por donde descender sin cuerdas (habíamos acabado consumiéndolas todas). Finalmente siguiendo unos hitos, puestos a propósito por algún visitante anterior, pudimos bajar a ese nivel y reconocerlo. Llegamos a varios pozos ascendentes y a diversas ramificaciones que fuimos mirando. La vuelta a la gran sala la hicimos por varios sitios a la vez.

Desde el extremo opuesto de la gran sala Mavil nos grito. Había encontrado una cueva. Nos emociono el éxito. La cueva era pequeña. Consistía en tres salitas interconectadas por gateras. Sin embargo la decoración era grandiosa. Excéntricas de varios tipos, incluyendo agujas de aragonito, estalagmitas, estalactitas, banderas y columnas blancas. Y recubriéndolo todo de forma parcial un finísimo polvo gris plateado, producto de las explosiones en galena. Nos dimos cuenta de que aparte de los mineros posiblemente éramos los únicos que habíamos visitado este lugar. Desde luego los espeleologos de la zona no sabían, o no habían dicho, nada de la existencia de esta pequeña cavidad.

Realmente estábamos muy contentos del hallazgo. Si en la primera bocamina habíamos encontrado esto seguramente debe haber mucho más. Durante la salida descubrimos un pasillo escalonado que permitía bajar del segundo al tercer nivel sin necesidad de utilizar el pozo ramposo. Atardecía sin prisa y volvimos a los coches caminando con placer. Para celebrar nuestra suerte fuimos a un bar de pescadores en Isla Plana y nos bebimos unas cervezas con mejillones. Mavil se quedo con Dani a vivaquear en la cercana Cueva del Agua para entrar al día siguiente en la Sima Destapada. Los demás volvimos a casa.



6.3.08

Vírgenes: La Hoyuca

Vírgenes
La Hoyuca

24 -1 -2007


Texto: Antonio G.C. - Fotos: Miguel y Antonio G.C.
Las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que pudimos aprender los que tuvimos enseñanza religiosa reglada en una época ya algo lejana, también aprendimos que la virgen había concebido a Jesucristo sin conocer a varón alguno, es decir sin follar en toda su vida.

El soplo del Espíritu Santo había engendrado en un óvulo de la Virgen María una nueva vida. No sé si hay mucha o poca gente que crea en ese dogma de fe de la Iglesia Católica. Pero seguro que son pocos entre los creyentes, y menos aún entre los no creyentes, los que se han tomado la molestia de reflexionar seriamente sobre el dogma de la virginidad. Yo si lo he hecho debido, en parte, a razones que no os quiero confesar y, por otra parte, a lo que podríamos llamar curiosidad universal.

No me cabe la más mínima duda que la virginidad le da un carácter sagrado y mágico a una mujer. Una virgen nunca ha experimentado lo que significa ser penetrada: tiembla y anhela lo desconocido. El hombre que desvirga a una virgen huella una nueva tierra nunca recorrida: es la misma emoción que la del explorador. Bien, pero ¿que es lo que hace que la tierra nunca recorrida por el ser humano sea tan valiosa? En primer lugar pensamos en lo desconocido. Lo desconocido es un pasaje en jet hacia lo no cotidiano. Lo cotidiano no motiva lo suficiente.

Siempre, parece que, hacemos lo mismo: vemos el mundo cristalizado. Así que pisar tierra virgen es una promesa de cambio. De salir de nuestra estrecha mirada cotidiana. Parece. Pero si nos acercamos con más atención descubrimos que no se trata de que el mundo no cambie sino que es nuestra mirada la que no cambia. Todo está en cambio perpetuo, eso es lo único que tenemos asegurado (y nuestra mirada cargada de viejos hábitos tampoco cambia fácilmente). Así parece que éste valor de la virginidad -como algo que te permite explorar lo desconocido- procede de un espejismo en lo básico. Se trata de una idea infantil. No hay mayor milagro que lo cotidiano. Nunca hay repetición. Solo se repite el color del cristal de nuestras gafas.

Entonces ¿cuál es el valor intrínseco de la virginidad si no se trata de esto? Sigamos otra ruta mental: lo no hollado permanece puro porque es virgen. Puro significa no contaminado por el ser humano (o por otros seres o por otras cosas en otras culturas. Como ejemplo los cerdos para los musulmanes). La naturaleza permanece pura mientras el ser humano no la toca. La mujer virgen es pura mientras no es penetrada , mientras no se mezcla con un varón. Y la pureza ¿que nos trae de bueno? Todo parece funcionar mejor mientras permanece puro. La contaminación -como bien sabemos- trae problemas de todo tipo. Así que si uno huella tierra virgen, esto es pura, pisa tierra no contaminada, en cierto sentido huella tierra sagrada. Nos sugiere lo mejor que puede ser -o funcionar- algo. Surge una pregunta: y la mujer ¿al tener hijos no alcanza una plenitud mayor, una mayor perfección?. Esto, en el fondo, solo lo saben las mujeres que han tenido hijos. Y yo no soy el individuo adecuado para formularles esa pregunta. Me inquieta demasiado la respuesta (el dogma católico afirma que la Virgen María tuvo un hijo sin dejar de ser pura). En definitiva me parece que la pureza -o no contaminación- es el valor básico de la virginidad.




La Hoyuca esta cerca del barrio de La Iglesia de Riaño. Es un pequeño polje que da nombre a la cueva cuya entrada ocupa un rincón en su fondo. Cuarenta y cinco kilómetros de galerías para recorrer tranquilamente durante muchas incursiones. Ha dejado de ser absolutamente virgen poco a poco a lo largo de muchos años -más de veinte- de exploraciones del MUSS, pero si uno se lo trabaja con asiduidad puede encontrar todavía terreno virgen. Así, este fin de semana, después de algunos despropósitos durante un intento de ir a Llanezas el sábado con Manu y Juan, pude realizar con Miguel, el médico de Balmaseda, una visita a la Hoyuca. Estaba lloviendo intermitentemente algún aguacero. La elección resulto perfecta: poco coche -20 minutos-, poco acercamiento -2 minutos- , poco material -no hay verticales- y mucha cueva.

En la red laberíntica de entrada descubrí una forma alternativa -la cuarta que conozco- de alcanzar la gran galería zigzageante que te lleva hacia adentro-adentro. Le dedicamos varias sesiones a montar fotos en ese sector de la cavidad. No fue difícil encontrar rincones encantadores donde poder preparar hermosas composiciones (el flash esclavo empezó a darme problemas). Sin embargo por muy enrevesada que sea la red de entrada todos sus rincones están trillados por huellas formando senderos marcados. No es virgen en absoluto. Más adentro nos dedicamos a investigar todas las pequeñas ramificaciones que surgen de la galería zigzageante principal. Así fuimos viendo con detalle cómo el río, que luego te encontraras y seguirás, iba creciendo y entrecruzándose con la galería zigzageante en múltiples ocasiones. Pero apenas era posible seguirlo por lo estrecho o bajo del conducto. Luego, cuando el río se nos hizo accesible, insistimos en seguir por el nivel fósil zigzgeante. Pudimos continuar un par de zig-zags más -el último cortado por el nivel activo- hasta que en la entrada de Quadraphenia el nivel fósil colapsa definitivamente sobre el activo, desapareciendo cualquier vestigio del antiguo nivel. En ese punto volvimos a la carga realizando varias sesiones fotográficas más. El flash esclavo se puso borde disparando cuando le daba la gana. De todas formas seguimos intentándolo con mayor o menor éxito.


Nos internamos en la enrevesada red de Quadraphenia con ánimo de hacer más fotos en la zona de formaciones. Primero fuimos mirando con cuidado todas las desviaciones obvias que, en general, condujeron a ratoneras sin salida o estrecheces no apetecibles. Con la Stenlight pudimos observar con facilidad todas las galerías colgadas y ventanas. Nos llamo poderosamente la atención una que se observaba en el techo poco antes de llegar a una sala con una cascada. En la sala con la pequeña cascada intentamos encontrar una ruta hacía ese nivel superior que se superpone con el principal. La encontramos tras un bloque gigantesco desprendido limpiamente del techo (15X3X4 metros cúbicos más o menos). La galería -lógicamente- se desfonda varias veces pero pudimos seguirla hasta una gran encrucijada. Miguel miro las ramificaciones hacia delante llegando a zonas estrechas que requerían entusiasmo de explorador titular. Sin embargo hacia la derecha había una galería mucho más ancha y alta. Llegamos a un desfondamiento que nos costo un buen rato decidir bajar. Trepando por el otro lado alcanzamos una galería parcialmente desfondada que pronto se hizo virgen. Avancé hasta un punto en que me pareció imprescindible la instalación de un pasamanos. Enfrente observe una continuación obvia. Llegar a una zona virgen me entusiasmo. Todo estaba sin contaminar. La arena primorosamente depositada por la Naturaleza a lo largo de millones de años formando montones esponjosos con rocas mezcladas. Ninguna huella por ningún lado. Todo perfecto y puro.

De vuelta conseguimos encontrar un paso por la parte baja del desfonde que se convirtió rápidamente en una galería transitable con abundantes ramificaciones. La galería desemboco en otra de dimensiones superiores con tres enormes chimeneas ascendentes y una prolongación obvia. La complejidad de la zona nos aconsejó dejar de internarnos por el momento en Quadraphenia. Volvimos a escalar con cuidado y delicadeza el desfonde que nos había permitido conocer esta zona y nos sentamos a comer en una agradable zona arenosa algo más allá.


Al retornar volvimos a la carga con las fotos. Como el flash había dejado de funcionar me dedique a los primeros planos y a fotos en galerías de reducidas dimensiones. Conseguimos encontrar una grieta que nos simplifico abandonar Quadraphenia. Para llegar a la salida utilizamos otra ruta alternativa distinta. En el exterior todo seguía igual de -o quizás más- gris que cuando entramos. Tardamos poco en cambiarnos y partir hacia Hoznayo. Miguel se vino a mi casa siguiéndome en su automóvil. Mientras merendábamos encendimos la chimenea. Ya de noche, cuando Miguel se fue, seguía cayendo calabobos de forma intermitente, como es debido en un auténtico otoño cantábrico.

5.3.08

Extrusión: Travesía de Toño - Cañuela

Extrusión
"Travesía de Toño - Cañuela"
(10/11/2007)
Texto: Antonio C.G.

Estoy jodidamente jodido, con una infección y un picor de garganta del demonio y una mala hostia que me roe por dentro. Atiborrado de amoxicilina 500mgr. Me da la risa y estoy furioso. Como si en un rodeo tuviera al caballo subido a la chepa y tratara de sacudírmelo dando coces y saltos. Hasta que lo hago. Y salta por el puto aire y va a estrellarse contra el jodido suelo. El jodido caballo queda estampado como un ésputo en el jodido suelo. El puto y radiante día esta jodidamente frío y me pongo un jodido gorro de forro polar. Me cago en los muertos de la puta cuesta. Pero a la cuesta no le encuentro ningún puto muerto.

Son dieciséis burgaleses y tienen la brillante idea de ir a la misma travesía que nosotros. Coches a Socueva, coches a Bustablado, coches a Socueva. Hemos visto cinco veces a la misma pareja que va de excursión desde Arredondo hacia no se sabe donde. Julio dice que si ve a la chica una vez más se va a enamorar sin remedio. Me parece que exagera para vacilarme. Lo intenta varias veces y tengo que recordarle que el horno no esta para roscas y que no debe vacilar a un ser debilitado por la enfermedad. A Pepe el paisaje de Cantabria le mola cantidad. Ha venido desde Madrid ayer viernes para recomenzar con la espeleo tras quince años de abandono. Manu pensaba que íbamos a salir de la travesía para la comida. Tengo que recordarle que hemos venido de espeleo y no de comilonas. De Eduardo y Fernando no hay nada que decir. De momento parecen dóciles.

Comenzamos el ascenso sin nadie detrás pero algunos por delante. Han abierto una pista hasta casi la mitad de subida. Alcanzamos a un paisano con dos mulas tercas y rebeldes que quieren volverse cuesta abajo. Una de las mulas se pone borde y le atizo con lo primero que tengo a mano: un gorrazo. Unos segundos después se le acumula un varazo en el lustroso lomo. Se le ponen las pilas en funcionamiento. Podría echarme una siesta a lomos de la mula y dejarme invadir por todos los sueños eróticos reprimidos durante la semana laboral mientras subo la cuesta sin dar un paso. Pero sigo arrastrándome hacia arriba a base de calcetín. Salimos al sol y me quito ropa de encima.

Manu y Julio empiezan a dudar de mi ruta hacia la Toño. Le doy cuartelillo a su paranoia: hemos cambiado de objetivo. Para no encontrarnos con la manada de burgaleses ahora vamos a Cueto. Por momentos el desconcierto crece como un circulo de brujas a mi alrededor. Pero este año no hay setas. Solo ruedas de coche aplastándolo todo a su paso. Y aviones pedorreando el cielo azul. El mito de Atila renace como cambio climático forever.

Un avellano indica con el bailoteo de sus hojas el punto exacto del agujero que exuda una columna de aire más caliente que el exterior. Me he escrito una chuleta para no dudar de las longitudes de los pozos. Así puedo decidir entre la cuerda de 40 y la de 55 que llevamos. Los tres primeros pozos, tranquilos y felices, dan paso a un pozo grande con una pequeña oscilación a la izquierda antes de llegar a su final. Mientras preparamos la entrada a la estrechez vertical empiezo a oír en la lejanía al primer grupo de burgaleses. Eduardo me ayuda a rescatar el seno de la cuerda que ha quedado enganchado en un saliente al equipar la estrechez. Me parece cada vez más ancha pero muy incómoda. Te sientes como la pasta de dientes cuando aprietas el tubo: saliendo por extrusión. Pepe se confunde y sigue, tras la estrechez, los cabos de cuerda hacia abajo. Por suerte se puede remontar sin problemas. Coloco una cuerda nueva en el siguiente pasamanos antes de los resaltes que preceden al pozo del péndulo. A las viejas solo les quedan tres hilos del alma. El siguiente pozo, del péndulo, tiene una vieja instalación -muy cutre- pero en el lugar adecuado, y una nueva -de acero inoxidable- pero que obliga a las cuerdas a un roce importante. Convendría retirarlo todo y colocar una buena instalación definitiva en el lugar adecuado. Los siguientes pozos -muy cortos- están equipados con cuerdas fijas aunque algunas ya no son fiables. El pozo grande siguiente (de 20+13) también está equipado con cuerda fija y con un desviador que convendría sustituir por un mero fraccionamiento. De todas formas el natural al que esta anclado el desviador es un puente poco fiable y un desviador ejerce menos fuerza que un fraccionamiento. Julio cambia la última posición con Pepe. Se ha sentido estresado por la cercanía de los burgaleses y cansado de recoger las cuerdas. Los siguientes tres pozos -de unos veinte metros cada uno- se hacen con comodidad y despreocupación. Tras el paso de un meandro estrecho y ventoso se desemboca en el balcón sobre la sala Oliver Guillaume. La instalación es excelente pero da un poco reparo la oscilación sobre el vacío a la que obliga.
Comemos a toda mandíbula en la sala y nos damos cuenta de que hemos perdido de oído a los burgaleses. Cuando estamos recogiendo para irnos éstos empiezan a bajar desde el balcón del techo. Se han fraccionado en un grupo de ocho y otro de seis.

La ruta de salida desciende a lo largo de la gran sala por una montaña de bloques hasta una zona más reducida -la Antesala- y continúa por galerías de 15X30 que nos llevan hasta las sierras. Las sierras de la Cañuela son las más hermosas que haya visto en todos las cuevas que he estado. Grandes, de hasta cinco metros o más de longitud, anchas y muy finas; con el borde dentado perfectamente definido. Me quedo flipado cada vez que las veo. Realmente estos políticos cántabros no tienen ni idea del patrimonio natural que almacena el subsuelo de su komunidad. Pero quizás sea mucho mejor así.

Antes de las siete estamos saliendo de la Cañuela. En su boca encontramos a dos burgaleses más que optaron por no masificar -aún más si cabe- la travesía. Luego de deshacer la movida de coches Socueva-Bustablado nos vamos a tomar líquidos al Marcos de Bustablado. El personal está contento de la actividad. En el bar hay varios paisanos con una gran cogorza. Intentan vendernos una cabaña en Socueva. Buena idea.

REENCUENTRO: Cueva del Cobre

REENCUENTRO
Cueva del Cobre
Texto: Antonio C.G. - Fotos: Felix One


Hace unos días me llego un mail de Félix Martínez, uno de mis antiguos camaradas del SEII. Están proyectando una estancia en una casa rural en Barruelo de Santullán para practicar espeleo en el norte de Palencia. La idea es visitar el sábado la Cueva del Cobre y el domingo la Cueva de Basconcillos. Al principio no tengo claro si podré ir. Pero todos los obstáculos que podrían haber impedido la salida finalmente se desmoronan. Quedo con ellos el sábado 1/10/05 en Sta. María de Redondo a las once y media. El viernes, 30/09/05, me subo a Liébana y escalo con Alberto unas cuantas vías en Pendes. Duermo en Cahecho y el sábado poco después de las 10 me reúno de nuevo con Alberto en la venta de Vieda para cruzar el Puerto de Pidrasluengas. Había dos o tres interesados más en visitar la Cueva del Cobre con nosotros pero al final no pueden venir.
A pesar de que las previsiones son pluviosas el tiempo, hoy sábado, está incluso mejor que ayer. No hay ni una nube a la vista. La subida al puerto esta preciosa y la bajada por la vertiente palentina anda a pocos de sequía pero verdea ya algo más. Unos pocos kilómetros tras pasar el puerto de Piedrasluengas tomamos un desvío a la izquierda en que señala a Santa Maria de Redondo y a la Fuente del Cobre. El valle se hace amplio y encantador. Pasamos otra aldea antes de llegar a Santa María. En una elevación a la derecha de la carretera observo dos antenas que me parecen de móviles. Creo que tendremos cobertura. Cuando llegamos me pongo a buscar a Félix y a sus compañeros. Pero no les encontramos. Intento llamar a Félix pero ni Movistar ni Amena tienen cobertura. Mientras llegan cambiamos a un aparcamiento con menos mierda de vaca y menos polvo. Veo pasar unos coches con gente que me suena. Avanzo hasta donde han aparcado y consigo reconocer en el grupo a Félix y a su hermano Juan. Creo que hace más de veinte años que no les veo y a algunos del grupo no les conozco ya. El reencuentro más bien parece una presentación de gente desconocida. De Zaca, Perico y A.Benito no puedo acordarme. Pero es seguro que salí con ellos. Además ha venido la sobrina de Félix, embarazada de cuatro meses, y su compañero. Ambos son escaladores pero también practican espeleo.

Mientras caminamos por la pista, valle adentro, Félix, Á.Benito y yo nos ponemos al día de dedicaciones e intereses. Félix sale muy poco de espeleo en parte por que tiene una hija pequeña y por falta de motivación también. Y los demás por unas razones o por otras tampoco salen gran cosa. El que más me sorprende es A.Benito que se muestra como un viajero empedernido. China, Malasia, Papúa Nueva Guinea, desiertos de China y de África...y contando mil batallas las casi dos horas de camino a la Fuente del Cobre parecen dos minutos. Por el camino nos sorprende la multitud de personas que se han animado a hacer esta excursión. Familias enteras forman un rosario a lo largo del camino. La última parte de la aproximación vamos protegidos del solazo por la sombra del bosque de abedules. Pese al calorazo nos golpea el aire frío que vomita la Cueva del Cobre. El contraste. Nos apartamos a los laterales para prepararnos. Aquí compruebo la buena suerte que tienen Félix y Zaca: todavía poseen un carburero de inyección directa krakatoa en buenas condiciones que les permite ver cuando y todo lo que quieren. En cuanto aprietan la válvula se inyecta agua en el depósito de carburo y la respuesta de la luz es prácticamente instantánea. El krakatoa de Zaca esta realmente bien conservado y con mejoras importantes. Los preparativos siguen a buen ritmo. Percibo cierta ansiedad en los espeleólogos que practican espeleo raramente.


El arroyo que sale de la cueva es mortecino. No parece el nacimiento de un gran río, como se supone que es el Pisuerga. Mas allá de la entrada rápidamente llegamos al final de la zona que conozco. Hay una galería lateral fósil en plan meandrito divertida de recorrer. Pero enseguida volvemos a la vía principal. El río lleva poca agua y no hay ninguna dificultad en seguir su cauce todo el tiempo. Pero para mayor comodidad llevo puestos unos escarpines de neopreno y unas botas de monte. Zaca, Félix y yo vamos rápido hacia dentro y paramos de vez en cuando para esperar a los demás. En una de las veces que nos separamos nos quedamos en avance solo cinco: Alberto, Zaca, Félix, A.Benito y yo. Creo que el resto se vuelven hacia la entrada. La tónica dominante es el avance sin obstáculos bien por guijarros y cantos rodados, bien por roca lisa por la que corre el arroyo limpiamente formando meandros. Me encuentro con tres espeos que vuelven todos vestidos igual, con un jersey azul que lleva una inscripción de un grupo de rescate. Me cuentan que hay que mojarse un poco más adelante. Nos frenan un par de zonas en que hay que hacer equilibrios para no mojarse los pies. Y algún sitio en que hay que agacharse. Luego, ya casi al final del río, un paso bajo con abundante agua y viento obliga a mojarse hasta el culo. El agua está realmente muy fría y hay varias remojadas más que nos llevan hasta una bóveda sifonante. Volviendo un poco atrás encontramos a la izquierda un meandro sin río que nos va llevando en varias remontadas hacia el final de la cueva. Según Zaca es aquí donde esta el sentido del nombre de la cueva: parece que hay una colada de carbonato de cobre azul. Los dos primeros resaltes los subimos con un puño para todos y un poco de inventiva. Pero el tercero es de unos 10 metros y más vertical. Decidimos no arriesgar nada. La vuelta se hace rápido salvo una corta parada para tomar un poco de comida.


Cuando salimos nos damos cuenta que el tiempo ha cambiado. Hace frío y las nubes se arrastran por las cumbres hacia el valle. A mitad de bajada alcanzamos a Perico y Juan. Félix me cuenta cómo comenzaron las exploraciones en La Calaca de Soba: un paisano de la zona les había robado parte del material que habían dejado tras un fin semana. La siguiente vez que fueron decidieron dejar el material abajo de ese agujero que había junto al sendero, y ese agujero resulto ser una interesante cueva: La Calaca. Poco después, durante una incursión exploratoria a La Calaca, Félix se fue tras unas piedras a mear y así descubrió la continuación hacia el Mortero del Crucero. Todo casualidades. El tiempo pasa volando y nos despedimos de mis antiguos compañeros de espeleo ya casi de noche. Se agradece entrar de nuevo en el coche para calentarse un poco. Es como si hubiera llegado el invierno de golpe. Nos vamos hacia Liébana donde llueve con abundancia. Eso es bueno.

4.3.08

Narizones: Cueva Narizón

Narizones
Cueva Narizón
(19/1/2008)
Texto y fotos: Antonio G.C.


A veces ciertas palabras suenan mal y bien a la vez. Narizón es un insulto menor con poco impacto pero no tiene precio como indicador. Suena rotunda e inolvidable: narizón. Durante el rato que pasamos en la cafetería Adelma de Hoznayo, antes de continuar hacia Castro, pensé en las narices de cada uno de nosotros. Hacía el frío y el sol de un anticiclón invernal. La nariz más voluminosa me pareció que podía ser la de Julio. O quizás la mía o la de Juan. Pero seguro que no era la de Pepe o la de Manu. Las narices de éstos últimos son afiladas y algo más elegantes que las primeras. No llegué a ninguna conclusión en relación con el problema de las narices pero mientras tanto Manu y Julio se despacharon unos bocadillos y unos cafés (o fueron cervezas?) con una pinta extraordinaria. Por desgracia Pepe y yo habíamos desayunado con tanto entusiasmo que no venía al caso repetir otra vez. Juan se corto también.

Polígono industrial al lado de la Peña Santullan. Hacía siete años que no hacía la travesía Narizón-Torca Palomas. Aparcamos en una zona en que la gran nariz se posiciona de frente al observador. Lo primero que hice al salir del Octavia de Pepe fue irme a buscar el perfil del Narizón. Me lo encontré al elevar la mirada hacia el norte después de recorrer unos cien metros por la pista que entra decidida en el Vallegón. Con este primer punto confirmado Juan y yo nos acercamos, vestidos de espeleólogos, a instalar la Torca Palomas. Apenas nos costo encontrarla. De las tres bocas que constituyen su entrada elegimos la central por el cómodo tronco de árbol que sirve de anclaje natural. Sin embargo la boca derecha presenta una rampa más corta y con menos roces, aunque exige instalar en una gruesa roca.

Tardamos unos diez minutos en ascender hasta la cueva del Narizón. La entrada esta casi al nivel de la roca del Narizón y a menos de 30 metros al norte de éste. La pequeña boca, desobstruida y en forma de gatera circular, no tiene ninguna dificultad. Se entra de pie y, sentándose en el borde, se alcanza con los pies el suelo. Enseguida se nos vino a la mente el adjetivo adecuado. Aquello era coqueto. Salitas muy bien decoradas por concreciones clásicas; cómodas gateras para pasar de unas a otras; cortas rampas poco inclinadas con la instalación in situ... Comenzamos a hacer fotos a menos de cinco minutos de la entrada y ya no dejamos el tema hasta el final. Gracias a nuestros narizones olfateábamos los encuadres, la puesta en escena y sobre todo la iluminación adecuada. La instantánea, la exposición o el macro.

SCC: somos como canicones. A Juan se le olvido la topografía en el coche. Esto, sin ser dramático, no fue muy afortunado que digamos. En esta cueva hay zonas laberínticas y pasos clave obligados que conviene ubicar como jalones en el camino. Avanzamos por la galería pasando por la Sala de los Arañazos hasta una zona de desfondes en que las posibilidades de continuación se multiplicaron conduciéndonos, una tras otra, a ratoneras o estrecheces intransitadas. Llevábamos más de media hora dando vueltas. Comprobamos dos veces cada posible camino incluida la Galería de los Ojos Verdes. Julio y Manu comenzaron a hablar de aperitivos, cervezas, blancos y esas cosas. Me tomé el encontrar la continuación como un desafío lógico. Al cabo de cinco minutos la habíamos encontrado. La confirmación consistió en una corriente de aire apreciable y un pequeño catadióptrico. Una larga arrastrada enclaustrada entre las pequeñas columnas que abarrotan la Galería de la Esperanza nos condujo hasta el Pozo de la Esperanza (parece que los exploradores estaban llenos de esa virtud). La primera instalación consistía en un cordino alrededor de una robusta y baja columna. Añadimos un cordino al ya colocado para darle mayor seguridad al anclaje. Bajando unos diez metros accedimos a un nivel intermedio con otra instalación similar a la anterior.


Algunas galerías meandrosas irradiando desde el punto en el que estábamos nos llevaron a una zona de decoración poco corriente donde nos pusimos a hacer fotos como locos. El entusiasmo fue creciendo hasta convertirse en una peligrosa euforia. La euforia se nos chafó cuando en un movimiento imprevisto rompimos unas bonitas concrecciones (dejo en el anonimato a los irresponsables directos). Ahora debo deciros una cosa: los espeleologos somos unos seres estresados, como casi todo el mundo, que no se dan cuenta de lo valioso que es cada mm2 de cualquier cavidad. En las arenas secas de cualquier galería perdida en una cueva anónima que no hemos encontrado todavía pueden estar ocultas las claves científicas del futuro de la Humanidad. Las cuevas nos ayudaron a aguantar las glaciaciones y posiblemente también nos sirvan para aguantar otras cosas peores. Los barros secos pueden contener en sus estratos el polen de la vegetación de hace 100000 años. ¿Quien sabe la maravillosa información que nos podrían proporcionar? Quizás podamos recuperar plantas extinguidas o determinar los ciclos del clima o encontrar el camino hacia el Nirvana. Para ejemplos de cómo se deben tratar las cuevas tenemos que mirar a los australianos y norteamericanos. También los franceses son bastante cuidadosos. De cualquier forma solo fue un trozo chiquitito el que rompimos y nos dolió mucho. Así que no nos echéis los perros.

Para continuar reforzamos el segundo anclaje con otro cordino. Luego nos metimos en una zona de instalación confusa. El montaje es totalmente mejorable, de tal forma que sería suficiente llevar una cuerda de 20 m. para bajadas en doble de, como mucho, diez metros. De hecho el tercer "tramo" es destrepable sin ninguna dificultad salvo el resalte de tres metros que desemboca directamente en medio de la Galería del Cementerio Macarrónico. En este tranquilo y acogedor lugar nos comimos todas las empanadillas, los frutos secos y el resto de las provisiones. A renglón seguido tuvimos una larga sesión fotográfica salpicada de movidas variadas. Uno de mis flashes dejo de funcionar (ya estoy acostumbrado). Luego nos fuimos hacia la izquierda, sin pensarlo, en la dirección que nos pareció la continuación de la travesía.

Después de pasar unas penosas gateras y de llegar a una zona de concreciones espectaculares repletas de excéntricas, se me ocurrió mirar la brújula. Aún a pesar de que no llevábamos la topo si teníamos claro que debíamos andar hacia el norte ya que el Pozo de la Esperanza quedaba en planta junto a la entrada del Narizón. Para mi sorpresa íbamos enfilados hacia el sur. No nos inquieto en forma alguna ya que la zona merecía una visita. De hecho seguimos avanzando hasta llegar a un ancho laminador muy bajo. Confirmado que no era por allí mis compañeros se pararon en tumulto pero una pequeña intuición me ayudo a adelantarme hasta una estrechez. Para mi sorpresa desemboque en La Joyería. El espectáculo era enloquecedor. Al principio mis compañeros no me creyeron pensando que era un vacile, pero finalmente vinieron casi todos. Algunas excéntricas de transparentes que eran parecían de hielo y no de roca. Para visitar La Joyería completa tuvimos que escalar un corto resalte. En el último tramo encontramos varios arbustos de excéntricas naciendo del puro suelo. El destrepe fue menos complicado de lo que esperábamos y no tuvimos que utilizar la cuerda.

Durante la vuelta hasta la base del Pozo de la Esperanza se nos hizo pesado el paso de tanta gatera pero, además, el camino hacia la derecha tampoco fue de rosas. Tuvimos que pasar varias zonas penosas. Además íbamos muy atentos pues sin la topo se nos podía pasar la continuación hacia Torca Palomas. Al poco llegamos a una sala ciega en que la única continuación lógica consistía en unas estrechas gateras (paso del Macho Cabrío) que hicieron recular a Juan pensando que no formaban parte del camino correcto. Sin embargo el viento nos indicó que el camino debía ser por ahí. En cuanto pasamos la estrechez la galería se resolvió en un pozo que luego Juan recordó como el Pozo de la Unión con Torca Palomas. Se trata de un pozo de menos de diez metros, cómodo y bien instalado, con un desviador en la cabecera y que te lleva a una amplia galería. Sin embargo esta galería se acaba en ambas direcciones a los pocos metros. La continuación hay que buscarla abajo del Pozo de la Unión por una gatera en ángulos que desemboca en una galería reducida. En un tramo muy corto este pasaje nos condujo a la Galería del Oso Sudoroso.

Estábamos en la zona de la cavidad que se considera perteneciente a Torca Palomas. El Oso Sudoroso nos hizo sudar. Pero no nos importaba lo más mínimo que ese Oso nos hiciese sudar pues no faltaba demasiado para la salida. La cueva iba cogiendo dimensiones mayores según avanzábamos. Al cabo de cierto tramo llegamos a la Sala de la Encrucijada. Nos encontramos con el río de la torca. No había mucho caudal y las aguas discurrían transparentes sobre el lecho de guijarros pulidos. El suave rumor en el silencio de la cavidad estaba allí. Y entonces nos paramos para una sesión de fotos que incluyesen el arroyo. Después reanudamos la marcha.
A partir de aquí la galería principal se va entrelazando con la del río y también se deja entrever un nivel superior comunicado por pequeños resaltes. Poco antes de llegar a la base de Torca Palomas encontramos varios restos de desgraciados mamíferos caídos al fondo. Generalmente no sientes nada si el bicho es un reptil y poco si es un batracio, pero si se trata de un mamífero todos le compadecemos. Natural y espontáneamente. Similar a lo que nos ocurre cuando nos tropezamos con un cachorro de cualquier especie mamífera. Se nos enternece el corazón. Bueno no a todos pero si a muchos. Sobre todo si son gatitos.


Ya era noche cerrada cuando nos volvimos a reunir junto a la boca de entrada de la torca. Había refrescado bastante. Oscilamos entre la idea de irnos a cenar o solo tomar unas raciones. La telefonía móvil comenzó a recaudar beneficios. Al cabo de un rato estábamos en Hoznayo tomando unas cervezas con una tabla de quesos. Sobre las brasas del asador grandes trozos de vacuno humeaban de forma invitadora. Creo que la mayoría optó por quedarse a cenar allí...pero yo no lo sé. Creedme.