Hola amigos:

Espeleo50, es un colectivo de espeleólogos con mucha experiencia y federados en la FME.

Somos ya un poco maduritos, pero todavía con ganas de guerra.

Ahora ya podéis seguir nuestras nuevas aventuras en este blog.

Un saludo,

Espeleo50 team


23.11.09

Sur - Sima de la Higuera

(8/11/2009)
Una noche de la semana anterior fui a casa de Lola a llevarle unas revistas y conocí a su hermana Raquel. En plena euforia de sobremesa y hablando de la próxima incursión a la Sima de la Higuera y del grupo que íbamos a entrar le solté a Raquel, como si nada, si le apetecería venir a una cueva el fds y se apuntó, sin pensárselo, a la idea. El único problema que surgía en el horizonte era que no había tocado una cuerda de espeleología ni de escalada en toda su vida. Y además no hacía deporte desde catorce años atrás... Me imaginé que se desinflaría a lo largo de los días venideros en cuanto le dieran detalles de lo que significa bajar y subir una sima. Pero nos equivocamos totalmente con Raquel. Joaquín le había dicho a Lola que diese un minicursillo a Raquel en el rocódromo casero, y recolecto material para equipar a las dos hermanas; pero en la indecible vorágine de la semana laboral no tuvieron tiempo -ni ganas- de realizar aprendizajes deportivos. Esta era la situación a las once de la mañana del domingo: Joaquín esta en el veterinario para que recosan a su perra -operada hace días y descosida la noche anterior-, Raquel sigue sin tener ni zorra idea de lo que es un mosquetón o una cuerda y su hermana Lola está en casa un montón de nerviosa. Felizmente yo he dejado de preocuparme por este asunto confiando en que algún duendecillo resuelva la situación; pero Joaquín me confiesa que ha tenido la noche anterior una pesadilla. De cualquier forma, montados en el coche de Joaquín, los cuatro nos deslizamos suavemente por el hermoso paisaje de Yéchar. Justo llegar al cementerio de Pliego y la furgoneta del grupo de Madrid apareció por la carreterilla en lontananza. De golpe un torbellino: Raquel y Lola formando el ojo de un ciclón cuyas nubes son casi todos los machos que hay en el lugar. Posiblemente los muertos del cementerio también se han levantado de sus tumbas al oír el follón que se organiza. Me disponía a hacer las presentaciones pero nadie las necesitó. Se presentaron abalanzándose unos sobre otros.Durante los preparativos el chirrido de la falta de experiencia de Raquel comenzó a subir de volumen. Ya no me podía escaquear... Raquel quiere entrar en la cueva con un clavel sobre su oreja derecha. Zaca me lanzo una mirada seria mientras me hacía algunas preguntas sobre la situación. Yo estaba esquivando el asunto bastante bien. No tenía ningún plan en la cabeza... creo que esperaba una solución llovida del cielo. Nos llevamos una cuerda de 40 por si acaso... por si acaso nada. Cuando abrimos la cancela de la sima la realidad cayo sobre nosotros como una pesada losa. Raquel no iba a poder bajar los fraccionamientos. Zaca sugirió la genial idea de descender a Raquel con un ocho o un dinámico y me agarre a ella como un desesperado. Realmente en esta sima no había problema para hacerlo. Tiene buenas repisas que dividen la bajada en tres sectores de menos de 40 metros. Incluso de menos de 20. Llevar a la práctica la idea no nos costo ningún esfuerzo, salvo desliar de vez en cuando las cuerdas, y en poco tiempo estábamos abajo. Para más tarde quedaba el asunto de ascenderla. El inicio de la experiencia espeleológica de Raquel había sido poco ortodoxo pero su continuación iba a serlo menos todavía. Comencé haciendo algunas fotos en las que la utilicé como figura femenina en medio de la extraña naturaleza. Pepe, Antonio y Hugo habían desaparecido atraídos por los catadióptricos que llevaban a la Sala del Paraíso. No me extraño su ansiedad. Un cartel bien visible daba instrucciones precisas respecto a los cuidados necesarios para proteger la cueva. De inmediato Raquel y Lola se saltaron una de las normas: no fumar. Intenté convencerlas de que no lo hiciesen pero no encontré la manera adecuada de convencer a unas chicas tan fuertes. Sin embargo no me enfadé. Al fin y al cabo un poco de humo no iba a conseguir destrozar la cueva ni una milésima parte de lo que lo hace un pisotón en las arenas cristalinas de color blanco crema, ni tampoco lo que destruye un manotón sobre los corales que tapizan las paredes. Los catadióptricos cilíndricos de dos centímetros de largo y cuatro milímetros de diámetro que jalonan la ruta fueron todo un descubrimiento. La gran ventaja de estos chismes es que se ven por igual desde 360º a su alrededor. Bueno para la ida y bueno para la vuelta. Ya habíamos pasado varias gateras retorcidas y nos tocaba la famosa gatera cuya desobstrucción condujo hace unos años al descubrimiento de la Sala del Paraíso. Primero pase yo. Instruí a Zaca para que tuviera cuidado con el pequeño desfonde que sucede a la gatera. Hay que evitar salir de forma descontrolada si no quieres caer de cabeza o de espaldas, dependiendo de la elección. Zaca instruyo a Lola. Y luego Lola siguió avanzando conmigo y con Zaca. El hecho fue que Zaca no instruyo a Joaquín en el delicado paso pues era un tío. Pero... ocurrió que Joaquín era en realidad Raquel. Oímos el batacazo desde unos metros más adelante. Mi primer pensamiento fue hacer un cálculo de los posibles daños. Me recorrió un escalofrío. La chica estaba sentada y hablaba de forma coherente. Después de un rato vimos con alivio que no tenía nada roto. Avanzamos un poco más hasta el lago y dejamos que se recuperase y que decidiese si quería continuar o salir ya. Joaquín y Zaca fueron a buscar al resto del grupo para conseguir una pastilla de ibuprofeno -que suele llevar Antonio-. Contra todo pronóstico la aguerrida Raquel decidió seguir adelante pese a todos los hematomas y porrazos -cadera, muslo, codo... - Hicimos el paso del lago limpiamente con mucha agilidad y nos encontramos de frente con algunos que volvían. Poco después nos reuníamos todos en la Sala del Paraíso. La continuación fue deliciosa. Hicimos muchas fotos, disfrutamos del paisaje subterráneo, comimos en un cruce con arena blanca, hablamos de la conservación de las cuevas, algun@s fumaron, otros les criticaron y vimos otra sala tan bonita como la del Paraíso. Pero lo más divertido fue la guerra dialéctica que estallo entre Zaca y Raquel: dos titanes de la invectiva. En algún momento pareció que la guerra iba a terminar a palos...La logística acordada para salir de la sima fue la siguiente: Primero saldría Antonio seguido de Lola, y de Joaquín supervisando a Lola. Luego saldrían Pepe y Zaca, que montarían con una polea y un puño un sistema de ascenso para Raquel. Raquel escalaría en la medida de lo posible los pozos (por suerte son muy escalonados) Finalmente Hugo y yo seguiríamos a Raquel ayudando y supervisando. En mucho menos tiempo del que esperábamos todos nos encontrábamos fuera. La noche era primaveral y con los focos de leds tuvimos pocos problemas para descender y seguir la senda. Pocos, pero no ninguno... Raquel tuvo algún resbalón y le entró una flojera cuando ya estábamos cerca de los coches. Y Lola piso una piedra en el camino y se torció un tobillo. Vamos, que si el padre de las dos chicas llega a estar por allí nos hace picadillo. De cualquier forma el grupo 8 se sentía muy unido. Después de cambiarnos junto al acogedor cementerio de Pliego y de dejar las llaves de la sima en el lugar debido, Lola nos sugirió para cenar el restaurante El Niño de Mula.Entramos prácticamente al asalto en el restaurante. Había tres o cuatro mesas ocupadas pero curiosamente una mesa redonda para ocho comensales estaba preparada como si hubieran estado esperándonos. El servicio era rápido como el rayo. Dicho claramente: nos pusimos ciegos de ricos platos. Los pobreticos madrileños tuvieron la enorme suerte de conocer de primera mano y en un sitio excelente la comida murciana. Jamás olvidarán esos sabores y hasta es posible que les obsesione el recuerdo del Sur... Raquel nos aseguró que había encontrado el deporte de su vida o su deporte. Nos dejo a todos alucinando. Incluso se hablo de las próximas cuevas a las que podría entrar: el Solins y la Cueva del Gigante en Cala Estrella. De cualquier forma en Navidades volveremos a tomar el pulso de esta insólita espeleóloga en ciernes. Que me aspen si es verdad que sigue haciendo espeleo...


Sur - Sima Destapada

(7/11/2009)
Paso veloz por Madrid rumbo a un sur muy querido por mí, dejando un reguero de señales de humo. Pepe, como una balanza en equilibrio inestable, esta a punto de oscilar. Intuyo que vendrá. Una ocasión perfecta para que él junto con Zaca, Hugo y Antonio conozcan la Sima Destapada.
Transcurre una semana familiar en Alguazas volviendo a tomar el hilo de mi red de relaciones, aprovechando para localizar una nueva batería para la taladradora Hilti, leyendo a Galois, pero sin gran interés por la espeleología. Para mí la Destapada es una vieja conocida. Me atrae volver a ese cálido lago enterrado a más de 200 metros de profundidad del que guardo un hermoso recuerdo. Sus aguas transparentes, profundamente oscuras me atraen de forma mórbida... como una mujer llena de misterio.

A las ocho y cuarto del sábado siete me reúno con Joaquín en el San Onofre, frente a la antigua Casa del Cura. El día es brillante, como un tanka tibetano proyectado al Mediterráneo, y templado, casi primaveral. Siento un gran placer, como si todo los detalles de una complicada trama encajasen de pronto, permitiéndome disfrutar del presente sin restricciones; como un reencuentro sin futuros inciertos, ni añoranzas pasadas.
Esperamos al resto del grupo entrando a tomar café en el bar de la Plaza del Mar en Isla Plana. Nuestros amigos de Madrid han alquilado aquí cerca un apartamento para las noches del viernes, sábado y domingo. Disfrutan del puente de la Almudena. Pensando que estarán todos dormidos todavía, estoy llamando a Pepe cuando me le veo venir sonriente y feliz. Es una gran alegría volver a verle... enseguida aparecen Hugo, Antonio y Zaca.

Nos cuesta un par de intentos dar con el aparcamiento ideal para pillar la senda de la Destapada, pero lo encuentro. Hay por doquier un penetrante olor a plantas aromáticas, que nos hechiza sin escrúpulos, mientras nos vestimos para la cueva. Solo llevaremos bañador y mono de tela ligera. Los más de 30ºC y la humedad 100% de la zona profunda pueden deshidratar a cualquiera. Compruebo que todos llevamos tres litros de líquido. Joaquín se ha fabricado dos botellas aisladas que ha cargado de isostar helado. Parece que su aislante funciona muy bien.
¿Que material llevamos? Dos cuerdas de 100, una de 40, dos de 20 y un cabo de 8 metros; treinta mosquetones y 10 chapas con tornillo y mosquetón. Tenemos previsto 20+40 para los pozos de entrada, 100 para el pozo Coke y solo 100+20 para el pozo Salva (aunque la reseña marca 130) Habrá que tener cuidadín. En los pozos de entrada no hace frío ni calor. Mientras equipo los pozos voy pensando distraído en mis cosas y esperando a Pepe para indicarle la continuación. Curiosamente alguien ha colocado en los destrepes unos tacos de madera atornillados que facilitan los movimientos de los pies.
En la base de los pozos de entrada, al comienzo de la Red Horizontal, me paro a esperar haciendo alguna foto. Poco después, siguiendo una ruta bien trillada y balizada, alcanzamos la cabecera del Pozo Coke. Zaca y Antonio han dejado bien claro desde el principio que no van a bajar al lago por lo del calor. Prefieren ir a la Sala Cartagena sitio en donde no hace calor y en el que pueden contemplarse formaciones maravillosas. Hugo, Joaquín, Pepe y yo sí que bajaremos al lago. Como no hay cuerdas para todo a la vez Zaca y Antonio nos esperaran en el inicio de los pozos.
Todos los de Madrid coinciden en afirmar que mis nudos son deplorables, siendo difíciles de reconocer como nudos ocho. Me importa un comino. Al comienzo del Coke la charla con Zaca se convierte en una grosera y pornográfica embarrada que Antonio se complace en documentar con una cámara de video. Espero que la mujer de Zaca no lo vea nunca jamás.
No encuentro los anclajes químicos de acero inoxidable que fraccionan el pozo Coke. La instalación me resulta confusa o, quizás mejor dicho, mi mirada está confusa. Como el pozo consiste en una rampa que se podría bajar andando si no fuese por lo resbalosa que está, tampoco me preocupo excesivamente por ello. Pienso que faltan algunos anclajes, pero Zaca y Antonio, que vienen algo después a echar un vistazo, encuentran todos los fraccionamientos necesarios... La rampa barrosa ha sido provista de escalones -tallados en la tierra- que facilitarán su ascenso. Pero la última parte es demasiado angosta y se hace desagradable. A la subida este punto del Coke se nos convirtió en el pasaje más difícil y agotador. En contra de mi comportamiento habitual en las cuevas -crecerme ante las dificultades- me gustaría que la bajada hacia el lago fuera un agradable paseo sin ninguna dificultad. Me encantaría tenerlo a mano.
Para evitar sorpresas desagradables en el pozo Salva, voy economizando cuerda. Pepe me acusa de dejar muy escasos los fraccionamientos, pero no me gustaría que se nos acabasen las cuerdas unos metros antes del final del pozo (en ese caso no podríamos llegar al lago, única justificación de las penalidades del Pozo Salva) La realidad me da la razón. El último fraccionamiento coincide con el final de la cuerda de 100. Desde aquí uso la cuerda de 20 evitando por los pelos el paso de un nudo. Tenemos mucha suerte.
En cuanto veo el lago se me enciende una lucecita. Me quito el mono y me meto en el agua con un placer exquisito, como si de un arcaico ritual de bautismo se tratase. Es un agua de una transparencia mágica. De a buten tronco... como mola -desvaríos madrileños- mientras nos bañamos se nos van aflojando las neuronas. Pepe esta haciendo fotos dentro del agua. Yo me he dejado la cámara en la cabecera del pozo Salva para evitar su destrozo definitivo. Con una humedad tan alta, estando con el objetivo al aire y con el polvo por todos lados tengo todos los boletos para quedarme sin máquina fotográfica. Un termómetro de máximas y mínimas marca 31ºC.

A la subida endosamos a Joaquín y Hugo, mucho más jóvenes y fuertes, la pesada tarea de desinstalar los dos pozos. Cuando alcanzo la mitad del Salva me chorrea tanto sudor por la frente que me entra en los ojos. Resulta ser un líquido que escuece a rabiar. En el entreacto de los dos pozos puedo limpiarme el sudor y beberme medio litro de agua.
Dejo de oír a Pepe en cuanto paso hacia el Coke. No más alcanzar su cabecera comienzo a vociferar a pleno pulmón. Pienso que Zaca y Antonio, aburridos por la espera, se han ido. Zaca me contesta destempladamente que a qué vienen esos gritos. Los he despertado de su magnífica siesta. Me uno a ellos en la posición yacente hasta que llega Pepe. Una hora después comenzamos a inquietarnos por Hugo y Joaquín. Sopesamos las posibilidades de que haya reventado uno de ellos por el camino. Dejamos pasar un rato más, hasta que Antonio y Zaca no pueden más y deciden bajar. Cuando Antonio ya esta descendiendo oímos una débil respuesta a nuestros gritos. Media hora después Hugo y Joaquín se encuentran a nuestro lado cansados de la brega.

La distancia a la Sala Cartagena es escasa. Zaca se adelanta con Antonio y cuando llegamos a la cabecera del pozo de acceso ellos ya se encuentran abajo. Todo lo que hago en la sala es sacar la cámara junto con el trípode y comenzar a disparar fotos como un poseso hasta que me toca el turno de salida. La Sala Cartagena no defrauda a nadie, es un magnífico panel de excéntricas de aragonito de una delicadeza y belleza extremas. Es necesario acercar la mirada a las paredes para que se hagan evidentes estas hermosuras.
Los primeros en salir son Antonio y Zaca. Les sigo rápido para indicarles en la Red Horizontal la ruta alternativa, mucho más corta, hacia la base de los pozos de acceso. Luego vuelvo para esperar a todo el resto. Con el barrillo que tengo a mano voy construyendo todo un ejército de pequeñas peonzas con aspecto de seta dobles. Me quedo ensimismado hurgando en soledad mis pensamientos indecibles.
Pepe viene desinstalando. Él y yo somos los últimos en salir de la Destapada. La calma domina la escena. Todo preñado de las lucecitas de los pueblos, de estrellas y de la oscura masa del Mediterráneo hasta el horizonte. Disfrutamos de una templada noche-hermosa mientras bajamos por la senda. Un cartel grafiteado en una losa de roca: I love you me recuerda algo olvidado. La noche se resuelve apaciblemente en el apartamento de Isla Plana con unas setas preparadas por Zaca y un delicioso pastel de carne aportado por Hugo. Todo regado por muchas cervezas.

27.10.09

Cueving - Paso Clave

Paso Clave (17/10/2009)
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Teníamos previsto entrar el sábado 17 a la Red del Gándara por la Cueva de Bustalveinte para sobrepasar el punto más lejano conocido por nosotros y, con un poco de suerte, alcanzar la Sala Catalana. Pensando en ir bien acompañados Miguel y yo invitamos a todos nuestros amigos de Espeleo50, quienes se disculparon afablemente por su imposibilidad de asistir a tan atractiva actividad. También invitamos a nuestros amigos Miguel, Julio y Manu del SCC y además invitamos a Oscar del Tajahierro. Solo pudo acompañarnos Manu.
Los días anteriores habían sido fríos. Al amanecer del viernes el termómetro marco tres grados centígrados y lo mismo ocurrió el sábado. La cita era a las nueve en el puerto de Lunada. Nos recibieron cuatro grados centígrados, nubes rasantes y un fuerte viento del nordeste. Resultaba de lo más alentador. Rebuzné -o aullé- para hacer más soportables los preparativos. Luego me embutí en una chaqueta de forro polar más un anorak, pensando en quitarme alguna capa más tarde, pero no me sobró nada en ningún momento. Además me encasquete un gorro de fibra polar.
El frío había borrado del entorno muchas señales de vida. No teníamos a la vista ganado, ni se escuchaban en la lejanía los típicos campanos. Me vi sumergido en una oleada de pensamientos sobre el sol, el sur y la placidez. Para probar suerte -acortando la aproximación- Miguel, seguido por Manu, fue por una senda que se desviaba a la derecha subiendo suavemente. Me alcanzaron llegando ya a la boca y les retuve unos instantes más para retratar el frío en sus miradas.

Había llevado una saca grande y un plástico de basura para poder volver limpio al coche. A la salida metería dentro de la bolsa todo lo embarrado incluyendo las botas. En cuanto estuve listo me precipité al interior de la cavidad. Comparado con el exterior me pareció un sitio templado y acogedor. A los dos minutos me alcanzo Miguel y juntos esperamos sentados a Manu. Paso el tiempo y comencé a inquietarme. Al poco Miguel, más voluntarioso que yo, salió a buscar a Manu. No estaba en el porche de la cueva pero era imposible que se hubiera perdido al entrar: no había ninguna bifurcación. Además Manu ya había estado aquí una vez. Empezamos a pensar si se habría caído al precipicio. Volvimos al porche los dos. Miguel se metió por otra oquedad -más a la derecha- e increíblemente se encontró con Manu reptando de vuelta. Gastamos media hora en este divertido lance.
Silenciosos, pero bien concentrados, nos sumergimos en el accidentado curso del Río de la Conjugaison. Intentaba memorizar todos los pasos. Se trata de una sencilla economía energética. El conocimiento preciso del camino hace gastar menos fuerzas en inútiles movimientos. Nada que no sepa cualquier espeleólogo. El leve buzamiento del estrato de arenisca basal -oscurecida y pulida por el agua- ahorraba esfuerzos también. Deslizamientos sobre el culo y cuesta abajo con estilo tobogán nos ayudaban a progresar adecuadamente. No podía ocultarme a mí mismo que sentía todo éste recorrido como un mero trámite necesario para poder acceder a las hermosas galerías del sector W en la Red del Gándara. Pero no teníamos otra opción mejor, ya que la entrada por la Cueva de Calígrafos tiene peor fama todavía
A su mitad el Río de la Conjugaison tiene un desagradable paso en oposición que desfonda lo suficiente como para partirse algún hueso. Esta vez me quite la saca para pasar (a la vuelta Miguel me señalo un paso alternativo por debajo de un bloque) Pensé que si no hubiera cierta prisa, ni horarios, ni tampoco la necesidad de llevar peso el itinerario podría resultar ameno. Pero el caso es que llevábamos una saca que, aunque ligera, se notaba. Comida, agua, todo el equipo para verticales, cámara fotográfica y trípode y una bolsa con elementos de seguridad, orientación y repuestos. Así pues sentí un gran alivio al sobrepasar la última zona agaterada del río y llegar a la confluencia con un afluente que marca claramente el comienzo del sector con galerías cómodas.

Manu dejo caer como si nada que tenía hambre. Era bastante temprano y tanto Miguel como yo pensamos que para la media hora larga -menos de una hora con seguridad- que nos quedaba hasta la Sala de la Sardine à Grosse Tête merecía la pena aguantar un poco más. Con la ilusión de sentarse a una mesa con unos buenos bocadillos aceleramos el ritmo. Encontramos más señales que otras veces, -flechas de tizne groseramente marcadas sobre paneles impolutos o pequeñas tarjetas plastificadas-. Algunas de ésas flechas nos parecieron innecesarias. Surgió la duda de si quizás no fueran responsables los exploradores franceses, dado que ellos conocen bien la ruta y que el rastro principal resulta evidente.
Las grandes dunas que preceden a la Sala de la Sardine son increíbles. Se tiene la impresión de estar llegando a un centro neurálgico del sistema. Se trata de un lugar acogedor y magnífico para dormir. El único problema es que a este lugar se accede con el mono exterior mojado y con el interior húmedo por las arrastradas del Río de la Conjugaison. Así, al cabo de quince minutos no resulta cómodo seguir quieto allí. Pero con un poco de paciencia -y teniendo a mano ropa seca de repuesto- puede convertirse en un cálido hogar para una estancia de casi una semana, como suelen realizar los exploradores del SCD varias veces al año.
Como en todas las ocasiones en que hemos visitado este remoto lugar, el vivac 4 estaba preparado para recibir a los exploradores en cualquier momento. La instalación de hamacas y todo tipo de pertrechos -incluidas pequeñas planchas de aislante para conservar el culo caliente al sentarse sobre las húmedas piedras- hacen de la Sala de la Sardine un sitio perfecto como base de exploraciones en el sector W. Además un riachuelo hiende la sala por un hundimiento de pocos metros permitiendo repostar agua de una forma cómoda.

Para conseguir secar la ropa en poco tiempo -a base del propio calor que generas- tienes que moverte. Y eso es lo que nosotros hicimos en cuanto acabamos de comer.
Más al norte de la Sala de la Sardine tomamos un río -similar a otros muchos ríos de este sector- orientado hacia el este. A una distancia que podríamos estimar como medio kilómetro alcanzamos una confusa confluencia de galerías que nos llevo por la izquierda a una sala goteante. Primero miramos un estrecho meandro ascendente que se complico. Aguas abajo llegamos a una sala arenosa con extrañas formaciones adosadas como pólipos a un techo extenso y plano. Miguel continuo por laminadores al nivel del techo hasta llegar a una sala muy grande con hermosas formaciones y unas pocas huellas perdidas. Yo mire el meandro por el que seguía el río hasta que se estrecho demasiado y Manu estuvo por un meandro paralelo que continuaba... Miguel abogaba por explorar la sala que había encontrado. Pero en el fondo ninguna de las opciones nos pareció prometedora, principalmente por la falta de rastros claros. Después de una reunión en cónclave en que sopesamos las opciones que se nos presentaban optamos por volver al meandro ascendente que ya habíamos mirado.
Tras el paso de un bloque cabalgando sobre un desfonde y una revuelta por detrás de otro bloque enorme, la galería se resolvió en un cómodo conducto que nos llevo en pocos minutos a una sala alargada. Más allá de ésta la galería continuaba y aunque se observaban opciones variadas el rastro principal no era difícil de seguir. Después de varias escaladas y destrepes y de unas gateras desembocamos en una sala enorme ocupada por bloques con una pátina de barro blanco. El rastro, que atravesaba la sala hacia el norte, era muy fácil de seguir en esta zona. Nos condujo a una gatera mínima. Al otro lado de la gatera nos esperaba otra sala de dimensiones medianas -cincuenta metros de diámetro máximo quizás- y repleta de bloques. Sobre unos bloques lejanos al borde de la sala Miguel localizo tres flechas de tizne que indicaban el comienzo de una larga serie de estrecheces entre bloques por debajo ésta.
Evidentemente habíamos llegado al paso clave de la Sala Catalana del que tanto hablan los informes del SCD. La bajada entre bloques es verdaderamente compleja. Solo se sigue medianamente bien gracias al rastro de los espeleólogos que han pasado y a alguna flecha de tizne. Abajo se alcanza una galería pero las estrecheces laberínticas no acaban. Primero hay un inquietante zigzagueo E-W-E que nos lleva a un río repleto por un caos de bloques. Este caos también se pasa gracias a los rastros dejados por los exploradores, aunque no es tan complicado como el de la Sala Catalana. Al final del caos emergimos al último lugar alcanzado por nosotros -desde Río Viscoso- en la última estancia. Habíamos cumplido el objetivo propuesto para esta incursión. Ahora faltaba salir de la cueva y volver al coche.

Pasaban de las cuatro cuando comenzamos la vuelta. Como sabía lo que nos esperaba no tenía demasiadas ganas de parar a hacer fotos. Sin embargo hice unas cuantas. El objetivo de la Lumix no se cerraba bien debido al polvillo acumulado. La ruta hasta la Sala de la Sardine y luego hasta el Río de la Conjugaison fue amable con nosotros y aunque nos sentíamos ya algo cansados no nos desgasto excesivamente. Los problemas empezaron en el Río de la Conjugaison.
Poco a poco el leve ascenso y las arrastradas en subida suave iban haciendo mella en nosotros y nos obligaban a parar de vez en cuando. Prefería no pensar demasiado. El asunto era que íbamos a salir de noche cerrada y no sabíamos si con niebla o lluvia. Aunque intente poner el turbo no funcionaba en esta ocasión. Me sentía verdaderamente muy cansado. Quizás debido a las dos semanas de catarro que arrastraba. De cualquier forma hay un punto en el que se acaban las arrastradas con barrillo y ya solo tienes que ir a gatas, en cuclillas o agachado. Saber que va a ser así, aunque falte casi media hora, es muy consolador. Los últimos metros hay que arrastrarse por una gatera arenosa cuesta arriba y me costaron tanto que casi salí de mal humor. Necesitaba espacio a mi alrededor.
Mire hacía el exterior desde el porche de la cueva y solo percibí niebla. Me concentré tercamente en ordenar todo dentro de la bolsa de basura -que a su vez iba dentro de la saca grande- y en colocarme ropa de abrigo. Cuando acabe la tarea volví a mirar hacia el exterior y vi algunas estrellas entre la niebla. Me cambio el talante de golpe. Miguel había perdido un calcetín sucio y volvió a vaciar la saca para buscarlo. Le dije que si estaba dentro no merecía la pena vaciarla y que si estaba fuera tampoco... pero...
Con la niebla aligerada y los perfiles de las montañas marcándose comenzamos el ascenso hacia el collado. Se me hizo muy largo, casi seguro que debido al cansancio. Sin embargo me fui relajando al sentir que era un esfuerzo trivial en comparación con las arrastradas. Además el paisaje nocturno era maravilloso. Las luces de la base militar dominaban hacia el sur el valle de Bustalveinte. Más allá del collado el leve descenso hacia Lunada se hizo agradable. Casi tocábamos la comodidad y el calor de la calefacción del coche.

Hicimos las llamadas pertinentes para confirmar el OK y nos despedimos de Miguel. Eran más de las diez. En total trece horas de actividad. En el descenso de Lunada puse música y decidimos parar a cenar en San Roque. Pero según íbamos bajando comprobamos que los restaurantes de los pueblos no estaban para dar cenas de sábado. A la altura de Liérganes habíamos perdido el interés. Al menos yo. Cuando llegamos a Solares solo me interesaba una ducha caliente o, mejor aún, una bañera de agua hirviendo. Sin duda había perdido mucho calor en esta jornada.
Se cumplía una etapa en nuestro conocimiento de la Red del Gándara y, por otra parte, se habrían nuevas perspectivas y posibilidades.
El tiempo dirá que sorpresas y maravillas nos esperan en esta hermosa cavidad en un futuro cercano...

Gandara - Stubborn Inlands

Stubborn Inlands (2)
(25/9/2009)

El jueves envié a Julio y Manu un mensaje para informales de nuestra entrada inminente en la Cueva del Gándara para una permanencia de fin de semana. Julio ni me respondió, pero Manu tenía compromisos y sintió no poder venir. Miguel había quedado conmigo para estas fechas desde hacía un tiempo. Mientras tanto Mavil nos esperaba por los altos del Asón disfrutando la realidad del clima cántabro. Algo bestial.

Tierras tercas. Stubborn Inlands. Durante toda la semana soñé con la mágica cualidad de ese lugar privilegiado. Ahora era viernes por la tarde. Miguel parecía preocupado por la evolución de la crisis económica y, particularmente, por su deseo de emigrar hacia tierras cántabras. Sus análisis políticos conseguían sacarme del mundo de sombras y luces sesgadas, que creábamos al avanzar, iluminando desigualmente los rincones, en la Galería de Cruzille. A Mavil le pesaban los más de treinta días que llevaba acampado en los Altos del Asón, sin más compañía que los bichos y las, en perpetuo cambio, nubes del valle. Era mucho tiempo solo. Un día se presento en su campamento un guardia rural que le apremio para levantar la tienda antes del atardecer. El estrés que le causo ese incidente hizo que se olvidase, ese día, de mandar el sms de aviso de entrada (y confirmación de salida) al Sistema del Mortero de Astrana. Por suerte el rural era inteligente y, para evitar crear problemas estúpidos, no volvió a presentarse por la zona. Por suerte a Mavil no le ocurrió nada en el Mortero de Astrana.

En la galería de las Alizes nos habíamos cruzado con cuatro jóvenes del grupo Niphargus procedentes de la Sala del Ángel. En el extremo sur de la Sala repostamos agua. Mi equipaje engordo unos 4,5 kilos en cinco minutos. Fue la decisión correcta ya que en los alrededores del vivac 1 pudimos constatar que no corría ni una gota.
Sábado. Ese era el día esperado. Quizás, con suerte, alcanzaríamos un lugar conocido por nosotros en el sector oeste de la cavidad. Me había comprado una brújula nueva para interpretar bien las señales. A pesar de la excitación que generaban las expectativas para el sábado, conseguí dormirme. El reloj no sonó. A las ocho, aburrido de estar despierto dentro del saco, pregunte la hora. A las nueve dejábamos el campamento rumbo a río Viscoso, vía la Sala del Gran Pozo.


(26/9/2009)

Transitábamos por una hermosa galería. Llevaríamos unos dos kilómetros por ésta. Un gran arenal de grano intermedio (de 0.5 a 1 mm) formaba una larga pendiente. Me recordaba una duna. Una duna en un gran desierto subterráneo. Pasamos junto a un envoltorio con forma de telaraña hecho de pelos de yeso. En su interior se podía observar un insecto alado de buen tamaño. Solo pudimos sentirnos estupefactos.
La galería giro netamente hacia el NE. Un kilómetro más allá alcanzamos un desfonde. Bajamos unos 70 metros aéreos con un solo fraccionamiento. El cañón en el que nos encontrábamos ahora seguía un rumbo sinuoso que variaba entre el W y el N. Unos veinte minutos de tránsito, complicado por los cambios de nivel, nos arrojaron en una sala alargada en la que desembocaba un río desde el W. El río ocupaba el fondo de una grieta de unos cinco metros de profundidad y medio de anchura. Avanzando más, por una marcada senda en el suelo arenoso, encontramos un vivac. Un vivac acogedor que pudimos identificar como el número 3 de los informes del SCD. Allí nos sentamos y disfrutamos de bocadillos y tranquilidad. Hice unas cuantas fotos.

En el extremo norte de la sala tomamos una galería muy encañonada que giraba bruscamente hacia el W. Las dificultades eran mantenidas. Sobre todo pasos entre bloques. Unos doscientos metros más adelante descendimos hasta el lecho de un río sobre areniscas oscuras. Era el Viscoso. Quizás anduvimos medio kilómetro hasta que un caos de bloques nos cerro el paso. Una cuerda invitaba a ascender. Unos veinte metros más arriba el camino discurría entre canchales de enormes bloques recubiertos por una pátina de barro deslizante y pegajoso.
Tras unos trescientos metros con esta tónica, una desagradable y difícil instalación nos permitió volver al lecho de areniscas del Viscoso. De nuevo se presentaban dificultades mantenidas. Laminadores, gateras, caos de bloques -que se resolvían dando vueltas-, destrepes y trepadas, desfondes muy delicados, zonas estrechas o zonas bajas que impedían ir erguidos. Ese fue el paisaje que nos acompaño a lo largo de -es una estimación- unos dos kilómetros.
Luego empezaron las dudas. Seguimos el viento de cara y fuimos a dar a una galería amplia. Un caos de bloques la obstruía hacia el W. Miramos durante dos horas todos los pasajes de la zona y forzamos -a través de gateras marcadas de forma mínima- el caos de bloques. Calculamos que estábamos muy cerca de la Sala Catalana.

A las seis comenzamos la vuelta. Teníamos la sensación de estar muy lejos de nuestro campamento y de que íbamos a desgastarnos bastante durante la vuelta. Hubo un momento -como a las once y cuarto de la noche- en la que pusimos el turbo. La cruda realidad fue que tardamos algo más de seis horas en hacer el camino de vuelta al campamento. Exactamente a las doce y ocho minutos, tras más de quince horas de ardua jornada, pisábamos su suelo terroso. Me tomé tres sopinstant, media barra de pan con leche condensada e inmediatamente me metí en el saco.


(27/9/2009)

Dormimos profundamente hasta las siete y media. El desayuno lo hicimos con un talante de buen humor alrededor de la mesa -fabricada con una gran losa de piedra- y con velitas que daban una luz más cálida que los leds. A las nueve ya habíamos hecho los petates y ordenado el depósito. Y a las doce, tras una tres horas que nos tomamos con bastante tranquilidad, pudimos comprobar que el sol seguía iluminando y calentando el mundo exterior.

Nos cambiamos rápidamente. Bajamos a recoger mi coche en La Gándara, cargado con todos los bultos de Mavil. El lunes cogía un vuelo hacia Alicante. Para celebrar su estancia en las tierras de Soba nos invito en Ramales a un almuerzo. Cayeron unas cervezas con varias raciones. Fue un momento delicioso. Toda la tensión, la concentración y el esfuerzo mantenidos los días anteriores se transformaron en una exquisita sensación de disfrutar el instante.
La despedida nos convocó a próximas permanencias en la Red del Gándara. Para Mavil quizás iba a transcurrir un año sin volver al Norte. Quizás para entonces fuera una realidad la posibilidad de una travesía de esta cavidad...

Terquedad - Stubborn Inlands

Stubborn Inlands (5/9/2009)
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Ni Manu, ni Mavil, ni Julio, ni Antonio tenían idea de lo lento que iba a ser el descenso de la Torca de la Sima. En realidad al principio todo fue sobre ruedas. Incluso podríamos decir que nos sonreía la fortuna. De solo formar una pareja solitaria habíamos engrosado a un cuarteto dispar. Pero esto sucedió a últimas horas del viernes. Bueno, a la hora fijada, el sábado en Solares, ya empecé a estresarme y a estresar al personal. Pan y embutidos en la carnicería y Julio preguntándome si lleva nectarinas para postre. Al final sería pasta de nectarinas con migas de pan…
Dos coches, uno en donde siempre, para la Cueva del Gándara, y otro por la carretera de La Sía y la pista al Hondojón para acercarse a la Torca de la Sima en 15 minutos. Arándanos, robles y helechos alrededor del hermosón agujero. Una bajada decorada con paredes lisas: estratos de caliza como espejos pulidos.
A medio camino del primer pozo (150 metros) un fraccionamiento corto me obliga a cambiar el nudo y a utilizar el puño. Más abajo sustituyo un desviador a un canto empotrado por un fraccionamiento. Un piedra avisada me pasa rozando a 40 metros por segundo. Un instante antes construyo un túnel en el vacío universal por el que se solidifica mi voluntad de que la piedra no me toque. Con el estrés me cago en los muertos de todos los presentes a moco tendido y groseramente.
Me calmo al tocar fondo en el primer pozo. Para relajarme preparo un par de fotos mientras espero a mis compañeros. Y luego el segundo pozo requiere de nuevo atención a las piedras sueltas de las repisas. Bajo al máximo de velocidad para conseguir minimizar el riesgo de pedrada. La cuerda continua por un último resalte resbaloso que desemboca en una salita húmeda.
Continuamos por una galería estrecha y una gatera que da a una sala. Más allá siguen una sucesión de salas chiquitas y gateras que nos llevan a una ratonera. Mavil nos guía de nuevo hacia atrás y acierta con la trepada que resuelve el tema. Difícil, y requiere una cuerda de seguro. Siguen más trepadas, un corto tramo horizontal y un destrepe… y estamos –más o menos estresados- en el Pozo de las Hadas. Hemos tardado bastante más de lo previsto. Julio quiere salirse por el camino usual pero no le dejamos. Entramos en la Sala del Ángel y allí decidimos que en vez de avanzar hacia zonas remotas, mejor nos quedamos hurgando por algunas galerías más cercanas a la entrada de la cueva.

Es la tercera vez que vuelvo a esta bella galería. Me he propuesto reconocerla a fondo sin perderme ninguna continuación. Machaco a mis compañeros en hacer honor a los exploradores franceses que han marcado una estrecha huella para pasar y no como hacen los españolos de m... (dicho francés) que lo pisotean todo por doquier. Primero nos vamos hacia el ramal este. Colocamos una cuerda en el resalte que nos paro la otra vez que estuve aquí. Lo bajamos y hacemos una parada en su base. Allí mismo calmamos el hambre con unos bocatas. Continuamos hacia el este hasta llegar a una obstrucción por bloques. De ésta se escapa por unos infinitos laminadores hacia el sur. Los reconozco de la ocasión en que Miguel y yo los alcanzamos por el otro lado...
Hacia el oeste volvemos a recorrer una zona desfondada recamada primorosamente de cristales, pequeños gours, nidos de pisolitas, coladas y formaciones clásicas. Lamentablemente Julio se queda descansando y se pierde esta bonita zona. Después de dos arriesgadas escaladas realizadas por Mavil y de hurgar duramente por todos lados nos dejamos convencer con la idea de que lo hemos visto todo. Pero la topo del BCE16 muestra claramente una larga galería paralela a la de Cruzille y al sur de esta que parece emerger de la misma zona. Sabemos que se nos está escapando algo importante... en esta terca Red del Gándara.

Desde el balcón sobre el Río Gándara contemplamos fascinados las aguas que exuda el sistema cárstico y la enormidad del valle que ha tallado. Me produce la impresión de ser la surgencia principal de esta zona de Cantabria a pesar que el nombre del río que llega a la costa sea Asón. Algo me dice que la Red del Gándara aún guarda muchos de sus secretos a sus exploradores franceses. Nos vamos al restaurante de al lado del súper y nos ponemos moraos de comida y vino. Algo bestial.


(12/9/2009)

Obsesionados por los remates, Mavil y yo volvemos el sábado, 12 de septiembre, por la mañana a la Cueva del Gándara. Esta vez serán dos días. No podemos quitarnos de la cabeza la galería del sábado pasado ni, tampoco, la de la Myotte. Pero las cosas no se nos ponen fáciles precisamente.
Nuestro primer cartucho no es desde luego mirar en algo nuevo. Llovemos sobre mojado. No conseguimos lo que buscamos pero como consuelo descubrimos una galería no hollada por nadie en la Red del Gándara. Cierto que no es nada sorprendente encontrar galerías vírgenes en una cueva llena de rincones y con más de cien kilómetros explorados. A nosotros nos hizo mucha ilusión. La galería, semejante a una pequeña fracción de la Red de los Parisinos de Cueva Fresca, nos llevo hasta un final en forma de diaclasa, estrechándose progresivamente en un desfonde (para los que no conozcan la Fresca, la Red de los Parisinos es un laberinto tridimensional con formas redondeadas y dimensiones modestas)
El segundo cartucho en la búsqueda desesperada de continuación de la galería bonita nos condujo a una gran sala, con cristalizaciones por doquier, llenando las paredes, las superficies de las piedras, las rendijas, la arena blanca de los suelos... Le dimos la vuelta a la sala mirando por todos los rincones que se nos ocurrió. Y visitamos tres hundimientos entre bloques. Aparentemente muy prometedor todo, pero nada de nada después. Solo una galería secundaria llena de arena blanca y una capillita con goteos y formaciones nos gratifico ligeramente. Además Mavil se marco una escalada a una galería colgada. De cualquier forma nos lo pasamos bastante bien. Aún no estábamos desesperados.
Los primeros doscientos metros de la Galería de Cruzille fueron la base para quemar nuestro último cartucho. Comenzamos mirando los rincones en las partes bajas. Eso no dio ningún resultado. Luego observamos una galería colgada a la izquierda. Su recorrido, antes de volver a Cruzille, fue de apenas cincuenta metros. Unos cien metros más allá -y a la izquierda- volvimos a subir a una galería colgada. Nos empezamos a emocionar cuando percibimos un soplo evidente hacia el este. Después de un sector de buenas dimensiones la cosa empezó a ponerse estrecha, pero, simultáneamente, el soplo se iba poniendo violento. Esto me entusiasmaba, pero llegué a una zona sin huellas –efectivamente virgen- y tan estrecha que me hizo pensármelo dos veces antes de seguir. La perspectiva de encontrar algo nuevo y grandote me dio alas para seguir arrastrándome como un gusano entre cantos afilados. ¿Cómo levitar en una gatera? Respuesta: ir a la galería chunguita que estábamos explorando. Mavil necesito de algún estímulo por mi parte para seguir adelante. Finalmente bastante gatera más allá llegamos a un pequeño ensanche –llámese salita- en el que no había posibilidad ninguna de continuar adelante. El aire se escapaba entre bloques medianos al fondo del conducto. Se escuchaba un ruido difuso. Agucé el oído en el fondo final y percibí, con gran sorpresa, el fragor amortiguado de la cascada de la Sala del Ángel.

Habíamos quemado la ración de cartuchos del día asignada a buscar la galería paralela a Cruzille. Me sentía –quizás nos sentíamos- frustrado y cansado. Muchas horas de varias jornadas diferentes dedicadas a esta tarea, sin éxito hasta el momento, solo podían ser mitigadas por las pequeñas galerías vírgenes que habíamos recorrido hoy. Recogimos nuestros petates y nos deslizamos meditabundos hacia el vivac I. Llegamos antes de las ocho y hasta las nueve me dediqué a comer sistemáticamente infusiones, sopas, callos, puré de patatas, pan y postres. A pesar de mis ofertas Mavil se comió de forma espartana unos bocadillos y alguna barrita energética. A las nueve estábamos en el saco y proyectábamos levantarnos a las seis.


(13/9/2009)

Dormí intermitentemente aunque no tuve frío. Para no caer en el mismo error que otras veces me había agenciado unos patucos de lana y una funda de goro-tex para el saco. Mis antiguos patucos de pluma quedaron olvidados o birlados en el vivac de Titanes de Garma Ciega. A las cinco y media de la mañana Mavil me pregunto la hora. A las seis y media estábamos levantándonos y a las siete y media salíamos del vivac rumbo a la Sala del Gran Pozo.
El informe de abril del 2009 del SCD -puesto en su página web- muestra una foto de un pasamanos en la Galería de la Myotte y ubica esta galería cerca del vivac V. Por un informe muy anterior sabíamos que la Myotte es una galería larga e interesante. El informe de abril también muestra el vivac V, muy cercano a la Sala del Gran Pozo, y la galería del Coccyx. En una de las jornadas de la anterior permanencia habíamos conseguido encontrado la Sala del Gran Pozo y le habíamos dedicado unas horas a la búsqueda de la Galería de la Myotte. Así pues el domingo nuestro objetivo era encontrar esa huidiza galería.
Unas dos horas después estábamos en la zona, vía las, así llamadas por nosotros, galerías del Quinto Nivel. Después de dar varias vueltas por los laminadores arenosos cercanos a la sala encontramos varias galerías laterales que nos llevaron bien a puntos ya conocidos por nosotros, o a galerías colgadas sobre la principal o a ratoneras impracticables. Unas cuantas vueltas más por la zona nos permitieron localizar el agradable vivac V montado sobre una zona plana y arenosa.
A estas alturas había comenzado a dolernos la cabeza; llevábamos varias horas buscando. Mavil lo achaco al madrugón que yo le había dado (¿¡!?) y yo, sencillamente, a la frustración. O más bien a la falta de ideas atractivas para poder proseguir la búsqueda. Nos quedaba mirar más a fondo lo que ya habíamos mirado la vez anterior o que la flauta tocase sola... e increíblemente la flauta toco solita.

Nada más entrar en la Myotte se nota un cambio de onda. Mavil decía que le resulta tenebrosa e impresionante. A poco tiempo del comienzo de la galería, sobre un desfonde muy oscuro y estrecho, se encuentra el pasamanos de la Myotte. Aparte de ser espectacular como pasaje, las paredes exhiben un manto continuo de corales. Y esto es así durante unos cincuenta metros a lo largo de la galería. Literalmente no hay donde pisar si no pisas los corales. Un centenar de metros más allá se acaban las dificultades de cuerda y la galería toma un cariz mas suave aunque sigue guardando grandes diferencias con las otras grandes galerías de la zona. Es más encañonada que cualquier otra.
Después de un neto cambio de rumbo -de SW a W- y de pasar varios grupos de formaciones, llegamos a una acumulación espectacular de estalagmitas blancas gigantes. Allí decidimos dejarel avance y comenzar la vuelta. Para despedirnos hicimos unas cuantas fotos.

A las cinco partíamos del vivac I hacia la salida después de haber ordenado y limpiado el depósito de víveres y el campamento. Mavil quería quedarse en el vivac I a dormir para salir al día siguiente. Le dolía la cabeza y estaba cansado. Se tomo dos pastillas de paracetamol y eso le animó. No tuvo ningún problema más, salvo el lógico cansancio después de dos intensos días de trabajo en la cueva. A las siete y media emergíamos de buen humor. Nos esperaba una tarde de nubes y claros que me recordó más a la primavera que al otoño incipiente. Un rato después nos preparábamos para cenar en el restaurante de al lado del súper. Esta vez lo celebramos de verdad con chuleta de vaca, ensalada, patatas fritas, entremeses calientes y postres.
Deje a Mavil preparando sus próximas incursiones y excursiones en el valle de Soba. Los paisanos de la zona ya le conocen bien aunque, por lo reservados que son, no sabemos lo que piensan de este extranjero que pasa tanto tiempo al año en sus tierras...
En mi camino de vuelta a casa tuve que sortear las castañas caídas en la carretera, quizás algo tempranas, poco antes de llegar al cruce de Arredondo...

Quinto Nivel

Quinto Nivel (20-21-22-23/8/2009)
El martes Julio estaba decidido a entrar cuatro días en la red del Gándara. Pero el miércoles por la tarde me dijo que se le habían liado las cosas. Miguel hizo un esfuerzo por encontrar sustitución en su trabajo de medico en Balmaseda. Pero no estaba el horno para bollos. Manu tomaba vacaciones la última semana de agosto y no le era posible escaquearse. Así pues las cosas la expedición quedo definida como Mavil, Joaquín y yo.

El miércoles -y el jueves por la mañana- se perfilaba como tiempo para los preparativos y las compras de los últimos detalles. Joaquín tenía un problema. Su saca era de 40 litros: imposible meter todo el equipaje en ese volumen. Intentamos, sin éxito, contactar con la tienda de Alfredo en Ramales. Llamamos a varias tiendas, fuimos a Forum y a Decathlon. Finalmente Joaquín consiguió una saca grande en K2 de Torrelavega, la tienda del Garri. Me pasé por el Corte Inglés para conseguir una lata de carne Corned Beef y lo que cayese. Mientras tanto nos dedicábamos a comer, cenar y desayunar espaguetis con callos y menús similares. Hacíamos acopio de alimento como camellos que van a cruzar el desierto; lástima que no tuviésemos una giba plegable.

El jueves, tras la sobremesa, abandonamos Setién. A las cinco entrábamos en la Cueva del Gándara. Por el camino descubrí que alguien había cagado justo bajo las excéntricas de la Sala del Ángel. Me quede estupefacto mirando la mierda. Si hubiese podido se la habría hecho comer al mongolo que la cagó.
Más o menos a las ocho llegábamos al vivac. Para los armarios que transportábamos podía considerarse un excelente horario. Una desagradable sorpresa nos esperaba allí: a estas alturas del verano el arroyo cercano al vivac estaba seco como polvo de tiza. Tuvimos que hacer una expedición con todas las botellas que pillamos hasta el río más cercano. Éste, que fluye hacia el este, se encuentra, ida y vuelta, a más de media hora del campamento por un enrevesado camino entre bloques.
Comencé la dieta varios-días-de-cueva: sopa, puré de patatas con carne y postre. Joaquín seguía un menú similar. Mavil, sin embargo, nos asombro con su menú a base de bocadillos y barritas energéticas exclusivamente. A la postre eso le pasaría factura el tercer día de estancia.

Joaquín puso su reloj de pulsera para que sonase a las seis y media del viernes, pero nadie lo escucho y nos levantamos a las siete. Antes de las ocho salíamos del campamento rumbo a Anestesistas. Por un inverosímil camino alcanzamos esa galería. Desde un punto característico subimos a otra galería superior y a través de una minúscula gatera nos desviamos hacia una tercera galería llena de bellas excéntricas. Finalmente localizamos nuestro primer objetivo: instalar un pozo corto para cortocircuitar la liosa ruta hacia lo que consideramos el quinto nivel de la cavidad. Nos turnamos los tres para picar spits pero la instalación nos llevo varias horas. En el entreacto Joaquín y yo almorzamos.
Las grandes galerías del quinto piso me produjeron un asombro tan grande como la primera vez que estuve allí. Son del mismo calibre que las galerías de Anestesistas y discurren bastante cerca de éstas. Me es difícil entender como se ha formado un volumen de cavernamiento tan grande en tan poco espacio. Porque los ríos que formaron esas galerías tuvieron que ser contemporáneos en el tiempo y llevar un caudal tremendo. De cualquier forma es un placer recorrerlas. Tomamos una bifurcación, marcada por los franceses con un hito muy llamativo, que nos llevo a una galería paralela la cual, poco después, volvía a la principal y, posteriormente, a una sucesión de pequeñas salitas rellenas de algodón fibroso.
Al final del recorrido de un arroyo terroso y fósil nos encontramos dos posibilidades: a la derecha una gran galería llena de bloques que ya había recorrido la otra vez que estuve en esta zona; a la izquierda un meandro desfondado. Una instalación sencilla nos llevo al suelo del meandro unos quince metros más abajo. A pocos minutos por éste meandro entramos en una sala redonda de vastas dimensiones ocupada totalmente por un espectacular pozo concéntrico. Las repisas que bordeaban el pozo -de bloques y graveras- eran delicadas de recorrer en algunos puntos. En la orilla opuesta del pozo nos metimos por el comienzo de otra gran galería hacia el sur. Una desviación, por otro nuevo meandro estrecho y alto, nos llevo hasta una galería modesta llena de hermosa arena cristalina y blanca. Por esta galería, y hacia el oeste, volvimos a un punto ya recorrido. Empezábamos a estar algo cansados –quizás confusos- y nos permitimos un rato de reflexión. Además hacia falta repostar agua para los carbureros. En ese momento pasábamos por un momento de moral baja.
Desde la Sala del Gran Pozo tomamos una galería en la que se oía ruido de agua. La galería desfondaba en un pozo amplio de más de 80 metros de profundidad. Por el lado opuesto desembocaba un arroyo. Sin embargo para llegar al agua anduvimos medio kilómetro, o más, por una zona muy amplia, hasta una playa de guijarros. Tras la merienda proseguimos hacia el oeste por un galerión que recordaba vagamente de hacía unos meses, aunque en aquella ocasión lo alcanzamos por otra ruta. El terreno era sumamente complejo y se necesitaban continuas escaladas y destrepes por los bloques para poder avanzar. Al alcanzar unos afluentes característicos -en una zona desagradable y barrosa- comenzamos la vuelta. A las once y media aterrizábamos en el campamento. En total habían sido quince horas de actividad. Dormimos como piedras aunque tuve algo de frío en los pies.

Eran más de las ocho y media cuando nos levantábamos el sábado. Mavil seguía muy cansado del día anterior así que optó por quedarse en el saco y descansar la mayor parte del día. Solo pensaba levantarse para ir al río a por agua. Intente convencerle de que se viniese; que íbamos a hacer una actividad más suave que la del día anterior... se lo presente de varias formas -más o menos atractivas- pero no hubo manera. En breve nos preparamos y después de desayunar abundante colacao con leche condensada, cereales y pan nos pusimos en marcha rumbo a la Sala del Gran Pozo.
La sala es un encrucijada de la que parten cuatro galerías hacia los cuatro puntos cardinales. Conocíamos la del norte –el meandrito-, la del oeste y la del sur; ésta última solo de forma parcial. Nuestro objetivo era la del este. En realidad había dos galerías hacia el este pero el día anterior habíamos comprobado que una de ellas era un cul de sac.
Unos veinte minutos después de iniciar el recorrido nos topamos con grandes paneles de flores de yeso en rincones acogedores. Antes habíamos tenido que ascender y bajar varias veces por zonas enrevesadas para seguir la avenida principal de la galería. Si no fuera porque iba acompañado por Joaquín me hubiera sentido tremendamente perdido en este hormiguero para dinosaurios. En realidad Joaquín es el compañero-espeleólogo ideal: fuerte, silencioso y bien despierto, con un natural agradable. Le suelen sobrar las palabras.
La galería gigante se fue transformando en un conducto más modesto que serpenteaba hacia el sur . Finalmente se convirtió en la típica galería rectilínea de la Red del Gándara con anchuras alrededor de tres metros y alturas mucho mayores. Una agradable sorpresa nos aguardaba. Tras un recorrido de medio kilómetro alcanzamos un punto que ya conocíamos en la galería de Anestesistas. Nos sentamos a comer. Pensamos, -ya que estamos aquí, lo más fácil es visitar todos lo que nos ofrezca Anestesistas-.
Primero fuimos hacia el este a lo largo de un kilómetro. Nos paramos en una confluencia que identifiqué como el lugar donde estuve con Julio hace meses. Un kilómetro más anduvimos hacia el este hasta llegar a unas zonas, si no colmatadas si muy estrechas, en donde dimos por finalizado este sector. Algo antes de este punto visitamos, de vuelta ya, un meandro sinuoso con marmitas fósiles y algunas escaladas de quinto grado.
Desde la confluencia volvimos unos centenares de metros hasta una trepada que nos elevo a otro ramal de Anestesistas o lo que fuese. Este se revelo más vasto que el anterior con grandes salas de derrubios formados por margas muy friables. Una roca malísima. Después de varias salas con cráteres, ocupados por este tipo de roca, descendimos de nuevo a un nivel de calizas entramado de conductos llenos de puentes y arcos. Tres galerías formaban un tridente de opciones. Por la derecha se ascendía a una sala de derrubios similar a las anteriores, por la izquierda se llegaba a una zona repleta de algodón y delicadas formaciones. Tuvimos un cuidado extremo al atravesar esta zona. Por el centro se puenteaba la zona de la izquierda, continuando la progresión varios centenares de metros hasta un sistema de coladas blancas con órganos. Por un estrecho paso en la base de una de las coladas pudimos llegar a un lago rodeado de formaciones de aragonito blanco. Un conjunto magnífico.
Finalmente escalamos hasta la parte más alta que pudimos. Se trataba de un volumen que forma una galería con su suelo formado por derrubios medianos, pero no independiente de la galería inferior. Avanzamos hasta que un balcón nos corto el paso. Abajo se podía observar zonas que ya habíamos transitado...
La actividad del día consumió unas diez horas. A la vuelta nos sorprendió la ausencia de Mavil aunque no tardo en volver procedente del río. Cenamos un calco de las noches anteriores. Pero esta vez me tome varios colacaos antes de empezar los platos sólidos. Antes de dormirme estuve haciendo algunas fotos del campamento con largas exposiciones.

A las tres y media de la mañana del domingo me desperté para orinar. Luego me volví a dormir. Soñé que Hombres norteafricanos comerciaban con habilidad en mi entorno. Trataban de venderme algún artículo sin valor para mí. Un conjunto de inquietantes quimeras, híbridos de distintos animales, nos invadían por doquier. Se me echaban encima y aunque no mordían eran como enormes sanguijuelas, pesadas como lastres. De pronto es el tiempo de que me llamen para mirar en lo profundo. Seres humanos amistosos y claros me invitan a ello. Entonces miro una puerta ; la puerta se abre en una millonésima de segundo y tras ella una avalancha de infinitas puertas se van abriendo en un pestañear de ojos. Me despierto en el sueño a otro sueño.
Una chica dulce y amorosa me ayuda a mantener el equilibrio tras mi anterior experiencia. Jugueteo como un niño pequeño. Me intento poner sus sandalias torpemente y terminan mojándose en un lago... Entonces despierto de verdad.
Estoy en el campamento 1 de la Red del Gándara. Sonrío dentro del saco. Tengo que hacer esfuerzos por no reírme a carcajadas...
Desayunamos consumiendo todo lo posible, ordenamos el entorno y dejamos algunos víveres en depósito. Partimos hacia la superficie con buen ritmo y a las once emergemos a un día resplandeciente. Onofre no se encuentra en la cita del cruce de La Sía. Vamos hasta el parking de los collados del Asón y echo un vistazo en el mirador repleto de ciclistas haciéndose una foto colectiva. Pero ni rastro de Ono. Su móvil está apagado o fuera de cobertura. Decidimos bajar a La Gándara donde lo encontramos apaciblemente en el Centro de Interpretación. Liquidamos la aventura con unas maravillosas cervezas en el bar de al lado. Mavil queda en su campamento, Ono y Joaquín parten hacia Murcia y yo me bajo hacia la costa cantábrica soñando con nuevas incursiones en la Cueva del Gándara...

Visitas Guiadas

Visitas Guiadas (17&18/8/2009)


Durante el verano el interior de Murcia es un infierno : Así opinan la mayoría de sus habitantes, es decir los murcianos, y, en consecuencia, en cuanto tienen la más pequeña oportunidad, emprenden la huída al verde norte. Primero llegaron Mavil y Esperanza y unos días más tarde Joaquín y Ono. Nos reunimos en Lomeña, cerca de Pesaguero, donde habíamos alquilado una casa rural. Los dos días siguientes los dedicamos a escalar algunas vías en Peña Cigal. Y a comer los deliciosos quesos que Mavil había comprado. Pero el domingo abandonamos Liébana y establecimos nuestro campamento en mi casa de Setién.
El lunes lloviznaba, había algún que otro cansado de las escaladas y, sobre todo, se trataba de realizar una actividad al alcance de todo el grupo. Decidí que fuéramos a La Hoyuca. Es una cueva muy cercana, bonita, sin complicaciones de cuerdas y con algunas gateras cortas y muy divertidas. En media hora Espe, Ono, Mavil, Joaquín y yo nos presentamos en el barrio de La Iglesia de Riaño.
Esperanza ya nos había avisado que sufría de un indeterminado nivel de claustrofobia. Sin embargo cuando vio la entrada de la cueva se negó en redondo a seguir. Mavil intento convencerla durante un par de minutos pero me di cuenta por su tono de voz que iba en serio. Quedamos en realizar una visita de unas tres horas y reunirnos con ella en el coche.
Los primeros conductos sorprendieron a mis acompañantes. Les conté algo sobre la estructura de la cueva y sobre sus exploradores, los ingleses enamorados de Matienzo. En el paso de la diaclasa, uno de los varios que permiten atravesar la laberíntica red de entrada, Ono se quedo atascado por la caja torácica. Afortunadamente existen otros pasos para alcanzar la red interior. Le lleve por un hermoso camino, con algunas pequeñas dificultades, pero sin estrecheces. Todos juntos recorrimos la amplias galerías zigzageantes hacia el sur.
Al llegar a la zona activa les di una pequeña lección sobre la morfogénesis de los entrelazados conductos de esta zona. Ono asistió a la lección con gran interés: creo que sería un gran alumno. A la altura de Quadraphenia abandonamos First River y tomamos su acceso a la derecha. Visitamos muchas galerías, algunas de ellas con bonitas formaciones. Puntos de topo recientes nos revelaron que los ingleses trabajaban en la zona y ,además, un pasamanos hacia un nivel superior parecía indicar nuevos desarrollos en la exploración de la cavidad.
Para salir elegimos otro divertido paso que conllevaba atravesar un meandrito ascendente, una gatera ortodoxa y un meandro desfondado. Poco después volvíamos a salir a la llovizna. En el entreacto Espe había contactado con los paisanos del lugar y visitado el bar del pueblo. Por lo que percibí los turistas espeleólogos no salieron demasiado entusiasmados de la cueva. Mavil llego a decir que no le había gustado. Quizás –es una lástima- hay una incapacidad en algunas personas para apreciar la belleza en la combinación de lo modesto y lo discreto. Se olvidan también de lo misterioso. Para mí La Hoyuca es una verdadera joya...

El martes amaneció un día agradable. Mavil se sentía cansado y se quedo tumbado en la tienda que habíamos montado para él bajo los cipreses y avellanos del norte de la casa. El resto del grupo fuimos a la Cueva de Tocinos, cerca de Ampuero. Tuve la corazonada de que Espe iba a entrar sin problemas en esta cueva. Marisa nos acompaño en esta ocasión.
Me deprimió observar las nuevas plantaciones de eucaliptos y la necesarias ampliaciones de la pista que conllevaban. ¿Nunca aprenderán los españolitos a apreciar y respetar el medio ambiente, a conjugar desarrollo y conservación, a hacer las cosas con armonía? Se pueden plantar eucaliptos, quizás es una necesidad, pero se puede hacer de forma que solo salpique débilmente el paisaje. Y lo de las pistas mejor no comentarlo.
A la boca de la cueva llegué un poco por intuición. Nunca voy por el mismo camino. La galería de entrada estaba muy resbaladiza, más que nunca. Íbamos descendiendo con mucho cuidado, mirándolo todo y haciendo fotos. A la entrada de la galería que cortocircuita el río a un nivel fósil hicimos una parada y Joaquín me acompaño a echar un vistazo a la parte alta y final de la galería transversal de entrada. Arriba del todo encontramos una acogedora capillita.
La galería fósil del cortocircuito es muy bonita. Paramos a hacer más fotos. El río que aguas abajo habíamos visto con un pequeño caudal, aquí presentaba una sequía total. Pudimos avanzar por la amplia galería sin mayor problema, salvo pequeños resbalones en los cantos rodados untados de barro. Bajo la segunda galería transversal hicimos un alto. Animamos a Ono y Espe para que trepasen al nivel de ese enorme conducto pero, finalmente, solo lo visitamos Marisa, Joaquín y yo. Hurgamos hacia el este hasta el final-final y llegamos a una zona colmatada de barro seco y tierra sin posibilidades de continuación. Había pocas huellas. También subimos hasta unas bellísimas formaciones en la zona oeste. Cuando volvimos intentamos sin éxito animar a nuestros compañeros a realizar la trepada pero no hubo manera.
Ya de vuelta a la galería del río -aguas arriba- empezamos a hablar de comer. Les dije que esperasen hasta llegar a la tercera galería transversal. Tuvimos que vadear varios pequeños embalses que habían subsistido a la sequía. Llegue unos minutos antes que el resto del grupo al cruce y eche un vistazo a la zona alta de la tercera galería transversal. Comimos algo liviano. Después Joaquín y yo visitamos el río aguas arriba hasta que se hizo necesario vadear profundos lagos.
Hicimos la vuelta a la superficie en mucho menos tiempo que la ida. Nos recibió un calor tropical. De primeras dudamos entre cocinar o irnos a un restaurante. Era media tarde, tiempo de nada. En un hiper a la entrada de Laredo realizamos una gran compra de pescado, langostinos, cervezas y aperitivos. Esa noche nos pusimos moraos para celebrar las últimas actividades...


27.8.09

Travesia Cueto Coventosa

3 y 4 de Agosto 2009
Después de salir de un vivac en la red del Gandara, mientras nos reponíamos en la ya clásica velada musística, los ánimos espeleólogos estaban crecidos y surgió la pregunta de siempre cuando terminamos una actividad : "¿y la próxima?" .Cruce de miradas…. Silencio…. y Miki suelta, como si nada: "ya está, al Cueto de cabeza": miradas inquisitivas, silencio..... asentimiento, y al Cueto de cabeza.Antes teníamos una cuenta pendiente con la travesía del Cuivo, que nos echó para atrás por una crecida. Como necesitaríamos 4 o 5 días fijamos la fecha para la salida de cañones del verano: primeros de Agosto. En principio se apuntan 7 perturbados, muchos para este lance, pero bueno, se piden los permisos y van los insensatos y nos conceden la licencia, ¡No te jode! La cosa ya no tiene vuelta de hoja, al lio pues
AL LIO
Nos leemos todo lo que hay de la travesía, ya que somos los únicos del grupo excepto Miki que no han hecho la cueva.Hay que decir que 25 años no es nada, tampoco se acordaba de mucho. Entre tanto nos llama David Arias del ESOCAN, que a través de la federación se entera de nuestras intenciones, y nos comenta hablando con Miki que tienen intención de limpiar la travesía de toda la basura acumulada durante años.El trabajo es inconmensurable, la labor de estos SEÑORES impagable.Nos mandan unas fotografías de lo que ya tienen acumulado en distintos sitios de la travesía, y un regalito para espeleo50…. tatatachan: ¡cuentan con nosotros, lo más de lo más! Desde ese momento me tengo que poner de perfil porque tengo el ego tan hinchado que no quepo por ninguna puerta, vanidad de vanidades, SER BASURERO DE ESTA GENTE ES UN HONOR.

Ivan Expósito nos entrega una cuerda en Laredo de 90mts para cambiarla en la parte final del Cueto y la cuerda (quiero decir alambre) que hemos recuperado cambiarla por la cuerda del agujero soplador. Necesitábamos 25 mts y conseguimos 2 trozos: uno de 17 y otro de 7, el resto de los 65mts estaba inservible. Bueno, tengo que empezar por el principio que si no es un lío.Según se van acercando las fechas vamos teniendo bajas: unos por compromisos ineludibles, otros por trabajo y Miki por la puta piedra en el riñón. No podíamos permitirnos un cólico en la travesía. Total, que quedamos 3 ¡que se le va a hacer! Nuestra intención era hacerla en doble, pero estando toda instalada era un lujo, reservaríamos fuerzas para nuestra misión de basureros.Partimos alegres y divertidos el Sábado 1 de Agosto, con el doble de comida y el triple de bebida, por las bajas de ultima hora, y quedamos con David en Ramales para que nos diera las últimas instrucciones. Fuimos al parque de bomberos de Laredo para recoger la cuerda de 90 y a preparar el ataque del día siguiente.Entramos a dejar los botes en los lagos de Coventosa; hicimos bien, el agua esta tan fría como siempre. Salimos sin problemas, no los queríamos, cualquier torcedura, golpe, daría al traste con la aventura.Después de cavilar concienzudamente los horarios, y sopesar los biorritmos tan importantes, elegimos lo peor, los listos somos asin.Pedimos a nuestro hado madrino, super Chicha que nos subiera a Socueva, nada de ahorrarnos una hora por la pista nueva, que esto desmerece la travesía; así que a las 4 de la tarde y con un sol de justicia nos damos la peonada que nos merecemos (!que banda!). 2h30 mas tarde maldiciendo a los responsables, siempre otros, que nos habían con su pérfido silencio dejado derrochar unas fuerzas seguramente necesarias. Después de que Pepe y yo nos echáramos a los chinos si Antonio cambiaba la cuerda del final del Cueto (salio que si) y luego fue que no (rata escurridiza) me armé de valor y deje amablemente que entrara Pepe primero, para que saboreara en toda su plenitud la gindama que da ese peazo pozo ¡Mira que es negro el cabrón!...Bajamos sin problemas hasta su base para encontrarnos con la imagen de la fotografía que nos mandó David: un montón de basura, cuerdas en su mayoría apiladas en sacos, para su posterior subida mediante contrapesos
(lo de estos chicos es mucho, mucho…)

Con la cuerda cambiada y el sobrante debidamente enrollado en su fraccionamiento (sin hacer caso de David que nos dijo que nos la lleváramos) oigo a Pepe un juramento lleno de contrariedad: "¡la cuerda esta jodida, tiene un nudo¡".....¡Vaya por Dios! y la cuerda en el Cueto... !qué listos!.Pasa Pepe y cuando paso yo no veo problema alguno: el alma de la cuerda está en perfecto estado, se ve y se toca NO HAY CAMISA…. sin contar nada del nudo, que se supone que es de donde nos tenemos que asegurar. Hacemos la maniobra en un volado, En mitad del Pozo de la Muleta de 48mts, después del Pozo del Péndulo. Cuando pasa Antonio tiene que hacer otro nudo porque aquello está más feo todavía, pasa sin contratiempos, como no puede ser de otra manera dando una clase magistral con la elegancia que le caracteriza (es muy hábil el canalla) antes... Pepe y yo nos preparamos para una larga espera, enfundándonos en nuestras mantas térmicas antes de que se santigüe un cura loco sin darnos tiempo a calentarnos, Antonio llega a nuestro lado. Pozo, pozo, pozo y pozo y ya estamos abajo. Un poco largo; 5,30 h colgados, pero bien, nos gustó mucho.

En seguida salimos a la sala de las 11h. No me extraña que se perdieran esa sala es grande, pero grande. Luego la puta Pedrera ( por peligrosa) que da a la galería del Chicarrón, que gaterosa no es....

Llegamos al Oasis (para nosotros fuente de barro) ya que los goteos caían marrones. Nos hicimos unos aquarius de chocolate (color chocolate). Esto sirvió para cortar de raíz una incipiente diarrea de Pepe, la naturaleza que está en todo.Al poco bajamos el Pozo de la Navidad y ya buscábamos un sitio para dormir. Encontramos un montón de arena de cristales y con la habilidad que nos caracteriza hicimos 2 repisas secas y estupendas para que durmiera Pepe, porque el angelito no ronca, ruge el mamón, pero descansamos bien y 7 h después tranquilamente…. desayunamos como príncipes y nos dispusimos a disfrutar de la cueva, disfrute que no duró mucho porque entramos en la galería de los artistas que da paso al espeleodromo, estrecho, estrecho y cabrón, ya que nuestras sacas más la basura que portábamos (en misión especial) tenían un volumen de castigo.
Rápidamente el agujero soplador, es como pasar una gatera en moto pero sin gafas. Cambio la cuerda que traía desde el Cueto (en misión especial) y glup… no pasa la saca, rápidamente me acuerdo de los sabios consejos de mi amigo Miki: "dos patadas y para abajo". Me voy a la izquierda y ya estamos en Coventosa, pongo los pies abajo y me acuerdo de Mariano. El muy cabrón decía que sería mi fin, que dejaría mis 100 kilos en ese paso. Pasé sin problemas.Luego de abrevar de manera compulsiva en unas marmitas con el agua cristalina, nos hicimos un tecito calentito para quitarnos la tiritona que nos entró después de meter un litro de agua helada en el estómago (principiantes...)
Inmediatamente encontramos la tirolina sobre un pequeño lago. Sólo tiene una cuerda, pero está bien. Nos tiramos sin problemas, buscamos el pocito con las dos cuerdas que dan acceso al cañón de Coventosa, lo encontramos sin problemas y ahí están nuestros botes hinchaditos.Cada vez más contentos nos cambiamos, nos ponemos los petos que hábilmente metimos por los carrimat (profesionales los tios) y nos disponemos a salir de Coventosa. Nos lleva una hora deshinchar los botes, los colocamos en las ya exageradas sacas (recordar misión especial) y para fuera salimos a la 1 de la madrugada.Todo estupendo y sin contratiempo alguno, llegamos a la furgocasaquetecagas de Pepe y llamamos a los amigos (aunque tarde). Estaban todos pendientes. No sabéis lo que se agradece en estos lances que alguien esté al quite.

AGRADECIMIENTOS
Primero a nuestro querido amigo Miki que empujó desde el principio para que esta aventura se realizase,(no te preocupes que te vas a hartar), sin olvidar a nuestro hado madrino Chicha, que nos dio cobijo, comida y bebida (esto es deuda de honor, serás recompensado) y a los amigos del ESOCAN por permitir que ESPELEO50 aporte un granito de arena en esa labor tan encomiable.Hay que verlo para hacerse una idea de las proporciones de la tarea.

RECOMENDACIONES
Como veis no he puesto tiempos, creo que se debe disfrutar de esta actividad sin mirar el reloj. Aquí no hay carreras, eso para las competiciones en superficie. Un solo accidente por bajar los tiempos pone en peligro a demasiada gente. He visto tiempos de esta travesía que es para darles de hostias. Entrar en forma, bien equipados, no tirar basura y DISFRUTAR DE ESTA PEDAZO DE CUEVA

13.7.09

Speleo Familiar

(27/6/2009)

Hace unos días Eduardo me sorprendió con su interés por hacer espeleo. El fds que venía Edu ya se había organizado una colectiva de ESPELEO50 a la travesía Cuivo-Mortero. Todos se habían quedado con ganotas de meterle mano al Cuivo desde el invierno (posiblemente por una fijación emocional en un pasado remoto) Ese mismo fds también se reunían un buen puñado de miembros del SCC para una prospección en Riotuerto. Me tocaba decidir entre tantas opciones. A mí el Cuivo me motivaba poco, quizás por el frío y, sobre todo, por la cantidad de veces que lo he recorrido. Pero tenía ganas de ver a los amigos de ESPELEO50, ya que las ocasiones para verlos no son muy abundantes. Pensé subir a la casa rural de La Gándara y participar en el kaox noxturno poxterior a la axtividad o, al menos, estar un ratito charlando después de la actividad. Así que, para combinar con facilidad, opté por llevar a Edu y Marisa (y si hacía falta a los amigos de Edu) a una excursión ligera por la Red del Gándara. Había que aprovechar que Edu tuviese ganas de hacer espeleo (hace años tuvo un par de experiencias algo duras) Y también me apetecía continuar las indagaciones en donde lo dejamos Miguel Manu y yo la última incursión.

OK, ya había decidido. Conseguí tres equipos verticales y puse a punto los cascos. El sábado a horas cómodas nos fuimos hacia Soba por Alisas. Cuando llegamos a la casa rural de La Gándara se acababan de marchar los componentes del primer equipo para hacer la travesía del Cuivo. Pude charlar un rato con Chicha, Hugo, Miguel -y dos más- que formaban el segundo equipo. El tiempo era excelente y se habían organizado muy bien. El segundo equipo entraría por lo menos con una hora de retraso para no tropezarse con el primero. Ahora estaban matando el tiempo. Entre a la cocina varias veces seguido de Hugo. Había unos sobaos geniales. Es bien sabido que una de las formas más comunes de matar al tiempo es comiendo de forma compulsiva.

Nosotros tres nos pusimos en acción antes de que ellos se marcharan. A Edu le costo ajustarse el arnés. Y el mono le resultaba un poco estrecho. El tiempo -algo caluroso- obligaba la circulación de aire en la cavidad. Era el día que más viento he percibido en la boca de la Red del Gándara. A Marisa le resultaba maravilloso las dimensiones y la decoración de las grandes galerías de entrada. A Edu el Delator le resulto un poco pesado y el descenso del Pozo de las Hadas una complicación. Marisa lo encontró menos complicado, ya que a veces hace espeleo. Pero cuando pasan muchos años que no se practican las maniobras de fraccionamiento de cuerdas, como le pasa a Edu, las cosas son más liosas. Mientras nos preparábamos para bajar el pozo un grupo de seis espeleos de Guadalajara acabaron de hacer lo correspondiente.

Accedimos a la zona de nuestra última visita por un estrechísimo meandro del que tuvimos que salir trepando para evitar el cierre final. La corriente era mucho más fuerte que la vez anterior. Me acordaba vagamente del punto en el que Miguel descubrió un acceso al nivel superior de la galería pero me costo un buen rato encontrarlo. Anduve por la parte más evidente alante y atrás hasta dar con una trepada que llevaba a un sendero arenoso muy hollado. Marisa y Edu se reunieron conmigo. Desde hacia un rato se hablaba de parar a comer. Avanzamos por un nivel recubierto de cristalizaciones. Las paredes, el suelo y los techos. Íbamos por una serie de desfondamientos que nos obligaron a realizar pasos expuestos, aunque fáciles. Sin embargo llegamos a un desfonde demasiado profundo y con pequeñas repisas en las paredes. Marisa y Edu optaron por el “hasta aquí hemos llegado” y se prepararon para comer. Yo proseguí con el objetivo de llegar lo más lejos posible. Después de pasar ese impresionante desfonde llegué a una estrechez. Más allá de ésta hubo varios desfondes hasta alcanzar una obstrucción total por el nivel que transitaba. Tenía dos opciones. La primera escalar en chimenea y diedro con desplome unos 4 o 5 metros expuestos, cosa que hacía muy conveniente una cuerda, al menos para bajar más tarde. Por ese camino se accedía a un nivel superior de la galería en el que se vislumbraban muchas formaciones. La otra posibilidad, menos atractiva, consistía en descender unos 7 metros hasta un nivel terroso y llano de la galería por el que posiblemente se podría continuar, al menos unas decenas de metros más. Para esta opción también se necesitaba una cuerda.

Volví a donde estaban Edu y Marisa y después de comer un bocadillo empezamos el regreso. En el Pozo de las Hadas volvimos a coincidir con los de Guadalajara... Primero subió Marisa, que no tuvo dificultades con los aparatos. Edu se atranco un rato al pasar los fraccionamientos sobre todo en la salida a la plataforma de la cabecera. Es lo que hace la falta de práctica. De cualquier forma antes de las siete estábamos en el coche. Nos cruzamos con Perico y Félix que bajaban hacia La Gándara. Después de cambiarnos estuvimos esperando en la casa rural. Edu y Marisa empezaron a erosionar mi deseo de quedarme a charlar. El hambre, el hecho de que Irene estuviese sola y la incertidumbre de cuánto iban a tardar nos llevaron a tomar la opción de irnos a hacernos la cena en Setién (“pan para ahora es hambre para mañana”) Poco después charlaba por tf con Pepe. Nada más irnos habían llegado ellos... otra vez sería la reunión.

No cave – no frost

(14/6/2009)

Encuadre la intensa mirada de Marta-Ojosazules y dispare la cámara. Elegí como telón de fondo el bosque de hayas y sus pautas de luz y sombra arrojando algo de frescor. Me gusto el resultado, y repetí el experimento con Eva-Ojosverdes y con Izaskun-Ojoscastaños. Miguel, rápido, se adelanto bosque arriba para vencer al calor. Descubrí que nuestras sombras nos seguían de cerca en los claros del bosque. Improvisando allí mismo, Manu cantaba novedosas canciones.

Al principio hablamos de asesinatos de animales de laboratorio. De cerdos rajados y vueltos a coser en las prácticas de cirugía. De perros y gatos atrapados en redadas por un gitano, que luego los vendía al laboratorio. En algún momento intermedio hablamos de la sombra y la claridad. Incluso hubo un atisbo de análisis freudiano. Al final hablábamos de películas. Marta acabo apuntando una lista con las que le íbamos recomendando. Todos parecíamos contentos aunque, quizás, algunos no se sentían del todo satisfechos. Tampoco puedo estar seguro de esto último.

Por la mañana -al reunirnos- estuvimos indecisos. La niebla estaba muy cerrada en la zona costera. Barajamos la posibilidad de ir a la Cueva de los Tocinos. Optamos por subir Alisas y tomar la decisión en función de lo que nos encontrásemos allí. Las nubes se rasgaban a unos 500 metros de altitud y se intuía un mar de nubes que llenaba todos los valles. Bajando a Arredondo volvimos a penetrar en las nubes. De subida a los Altos del Asón vimos los preparativos de las fiestas. Un castillo inflable ocupaba la mitad de la calzada en el último pueblo.

Cerca del collado de Brenavinto abandonamos los coches. El tiempo no era fresco, pero soplaba una suave brisilla. Bajo el bosque de hayas resultaba agradable. La pista de Saco estaba llena de lodazales acribillados por la pezuñas del ganado. Caminar requería una atención mantenida para no meter el cuezo en un hoyo lleno de barro. Señalizada por un cartel que indicaba a Cerrillas, la senda al Albeo no estaba mejor que la pista. Agradecimos entrar en los prados con árboles y cabañas. Paramos en una que tiene fuente y abundante sombra. Apetecía quedarse allí, sin más, charlando y dormitando. Tanto nos gustó que Miguel y Manu empezaron a acariciar la idea de pasar una semana en una de las cabañas. Vi la oportunidad y les hablé de volver a la exploración del Sistema del Carrio en un futuro próximo.

Muchas yeguas tenían potros jóvenes en las praderías del Asperón. Por fin nos asomamos al Barranco de Rolacias. El mar de nubes mitigaba la vertiginosa impresión de caída en picado. La senda del Haza tras el Albeo estaba como siempre. Por suerte la hierba no era demasiado larga y permitía seguir la traza. Nada más llegar al aplomo me encaramé hacia la boca de la cueva para evitar pensar en lo impresionante que es el lugar. Eva no quiso subir. No veía seguridad en el asunto (las tres o cuatro veces que he estado en la Cueva de Francoise puse una cuerda quitamiedos para agarrar con las manos; las personas que venían en ningún caso eran espeleologos o gente acostumbrada a esos avatares) En esta ocasión la cuerda, de treinta metros, quedaba muy por encima del nivel de la senda. Había que subir trepando por la hierba, un poco, hasta alcanzarla. Izaskun y Marta se quedaron con Eva. Manu y Miguel me siguieron. Quedamos en vernos en la cabaña bucólica.

Un minuto más tarde empecé a tener frío. Casi me congelo. Fuera se seguía sudando sin remedio. No-cave, no-frost. Me costo un esfuerzo despojarme de la ropa playera para forrarme con el mono. Como la cueva es laberíntica me arme de topo en mano y fuimos recorriendo galerías y más galerías controlando la posición hasta alcanzar la zona oeste. La formas redondeadas y blancas, en general amplias y seductoras, apenas nos mancharon. Una cueva limpia de verdad. En menos de una hora y sin darnos cuenta nos encontrábamos al lado de las otras dos entradas que marca la topo. Percibimos aire caliente entremezclándose con el frío. Una gatera estrecha nos puso en la ladera de nuevo. La travesía divertida y perfecta. Como puntos en la lejanía divisamos a nuestras tres amigas, de negro y con sus sacas amarillas.

Con menos dificultades que a la subida bajamos hasta la senda y, volviendo hacia el este, nos colocamos bajo la primera entrada. Manu subió alegremente a recoger la cuerda y el resto de nuestras pertenencias. Ahora ya de bajada volvíamos dejándonos rodar por las praderías del Asperón, mientras las yeguas nos observaban con recelo. Ningún obstáculo se perfilaba en nuestro horizonte vespertino. Poco después nos reuníamos con las tres chicas, bajo la sombra de los fresnos, junto a la fuente. Más tarde los coches -que nos esperaban con paciencia metálica- se dejaron comparar sin protestas. Manu aseguraba que el VW Golf, rojo, de Marta era un coche inmejorable. A mi en particular me encantaba la tapicería de cuero negro que forraba los asientos. Me acomodé atrás para dejarme llevar por la conductora Marta. Dentro el olor era penetrante. Nos cruzamos con la Guardia Civil bajando del Mirador del Asón. Luego nos quedamos tomando refrescos, cervezas, rabas y cascadas en el bar Coventosa. Era mi Santo. San Antonio es un santo ideal. Supergüai como dirían ahora.

Sicigias

(6/6/2009)

Sicigia significa alineación de varios cuerpos celestes, lo que normalmente se llama una conjunción planetaria. Tuvimos la suerte de hacer nuestras sicigias particulares, es decir de unir varios cabos sueltos que nos torturaban desde hacia meses en la laberíntica Red del Gándara. Ni Miguel, ni Manu ni yo esperábamos encajar las piezas de un puzzle tan interesante como el que nos ofreció la cueva el sábado seis de Junio.
La mañana resplandecía preñada de primavera. En Ramales nos reunimos con Miguel y dio la agradable casualidad que Cristóbal (AER) estuviese en la placita y pudiésemos platicar unos minutos sobre nuestras actividades predilectas, él explorando en la Red de Mortillano y yo conociendo la Red del Gándara. P.Hierro me saludo tras la ventanilla del coche en el que, pacientemente, esperaba a Cristóbal.
En lo más interior estábamos muy contentos de volver a la Cueva del Gándara. Últimamente la cavidad había sido muy generosa, compartiendo sus secretos con nosotros. A mitad de los preparativos Manu descubrió que la iluminación Scurion no funcionaba. Comprobamos los terminales y parecían correctos. Dedujimos que lo más probable era un fallo del cargador dando una falsa carga. Tanto Miguel como yo llevábamos como linterna de seguridad la Tika de Peztl. Se las ofrecimos a Manu. Muy a regañadientes -y jurando en arameo- se avino a entrar en la cueva pero, al principio, durante el periodo de acomodación de la luz solar a la débil iluminación de nuestros artefactos, tuvimos que animarle a que continuase hacia adentro.
Rápidos, en menos de una hora, nos colocamos en la zona en la que íbamos a gastar la jornada. Al principio tanteamos una galería colgada a la que no pudimos ascender desde los varios puntos en los que la adivinábamos. Finalmente avanzando un centenar de metros alcanzamos una zona por la que, volviendo atrás, pudimos trepar al nivel superior. Accedimos a una galería recta de tiralíneas con pequeños desfondes a su izquierda que permitían mirar al nivel inferior. Anduvimos por ésta unos centenares de metros hasta llegar a una ventana colgada sobre otra galería bien conocida por los frecuentes tránsitos a que está sometida.
Más tarde visitamos en dirección este otra galería transitada por nosotros a menudo. Al principio fue complicado encontrar el camino entre los desfondes y los gigantescos bloques inestables. Verdaderamente peligroso. Pero siguiendo por la parte más profunda no tuvimos ninguna dificultad para avanzar decididamente hacia el este. Una estrecha galería a contrapelo llamo nuestra atención, pero la dejamos para seguir la principal. Poco después llegamos a un cul de sac sin posibilidades de continuación. Entonces volvimos a mirar la pequeña galería. Al poco de entrar se transformo en un estrecho y sinuoso meandrito de tamaño crítico en algunos puntos. Subiendo unos cinco metros y avanzando algo más nuestra sorpresa fue mayúscula. Desembocamos en una gigantesca galería con estructura de meandro entrelazado, como si varias serpientes se enredasen entre sí.
Comenzamos la tarea de conocer la nueva zona echando un vistazo a los alrededores de la conexión. Enseguida nos dimos cuenta que el meandro tenía varios niveles de sección muy diferente. El más moderno -es decir la base- era el más estrecho también. Primero fuimos hacia la izquierda. Visitamos zonas con algunos grupos de formaciones algo raras. Sin previo aviso la galería comenzó un prolongado ascenso a lo largo de un cono de derrubios enorme. Una chimenea dejaban caer agua abundante. Poco más allá un resalte descendente nos corto el paso. Sin seguridad absoluta creímos reconocer una zona que habíamos visitado hace unos meses desde el otro extremo de la galería.
De vuelta a la conexión y tras actualizar nuestro sistema digestivo nos lanzamos a conocer el sector oeste de la galería. Elegimos lo más simple: ir por la zona más baja de la galería. Enseguida comenzaron las pequeñas dificultades. Pero no nos importo, pues consistían en hermosas formaciones que nos cerraban el paso obligando en algunos casos a hacer trepadas -más o menos largas- para volver a bajar después. Por el camino encontramos una zona llena de nidos de pisolitas. En general se trataba de una zona muy bien decorada. Finalmente tuvimos que poner una cuerda para descender un resalte y las complicaciones y las estrecheces nos acabaron venciendo. Uno de los aspectos más cansados fue el calcular todos los movimientos para preservar de cualquier deterioro las formaciones. A la vuelta Miguel observo que la parte alta de la galería permitía un avance más ágil.
Iniciamos el retorno como a las cinco de la tarde y a las siete estábamos montados en el coche. Para celebrar el éxito de la jornada entramos en una cafetería de Ramales. Intente convencer a Manu para una próxima incursión de dos días pero no pude conseguirlo. Nadie se comprometió a venir. La Red del Gándara esta esperando a ser conocida con una paciencia sin fin...

5.6.09

Nubes

Nubes (16/5/2009)

Hay un océano de nubes bajo el horizonte. La tarde, muy suave, se desliza por las pendientes del Portillo de Lunada. Los neveros se van borrando lentos y sin prisas. Desde el collado podemos ver algunas de esas nubes -más rebeldes que el resto- alargar tentáculos hacia arriba en un frustrado intento de superar la cordillera. Hace menos de una hora hemos salido de la cueva de Bustalveinte. Miguel, entusiasmado, no para de hacer fotos. Al sur, sobre el Valle de Lunada, el sol esta vistiendo a los prados de un verde rabioso...

Hemos encontrado depósitos terrosos -o más bien barrosos-. Miguel me dice que las formas dibujadas sobre el barro le recuerdan las manchas de un leopardo. Coincido en su apreciación y me fijo mucho más en esas pautas. Al principio no me llamaron la atención lo suficiente, quizás por parecerme poco noble la materia sobre la que descansan esos diseños. Creo que estoy lleno de prejuicios sobre el barro aunque a menudo disfrute revolcándome en él. Algunos grupos de excéntricas decoran el largo camino que vamos describiendo. El espacio de la cueva, como una galería de arte, esta disponible para volar con la imaginación...

Desde la entrada de la cueva de Bustalveinte recorremos mucho más de un kilómetro de un río salpicado de dificultades. Exiguos laminadores con agua, bloques que cortan la ruta y que han de negociarse con protocolos enrevesados al estilo político europeo, pasos estrechos y algunas trepadas comprometidas. Pero, por fin, nos adentramos en el laberinto de la zona oeste de la Red del Gándara. Algunas indicaciones en el suelo metidas en tarjetas plastificadas mitigan la desagradable sensación de pérdida inminente e irremediable. Muchos ríos parecidos, todos hacia el este, muchas galerías ortogonales a los ríos todas orientadas de sur a norte. Demasiadas posibilidades para una jornada tan corta. Seguimos un camino incierto que nos lleva a galerías cada vez más grandes y gansas. Pero no siempre son así, las hay estrechas, y el camino esta poco claro. No obstante también aquí las piedras brillan si están pulidas.
Tendemos claramente al noreste al seguir las escasas tarjetas plastificadas que indican hacia Sardine à Grosse Tète. Grandes dunas arenosas preceden a la sala. Esta es una sardina muy escondida. Nos sentamos a la mesa del vivac y, mientras comemos un poco, pensamos en las próximas visitas a la cueva. Se nos antoja que, teniendo que traer un peso considerable, pueden ser algo penosas; quizás más si salimos aguas arriba con todos los aperos.

No hemos traído paraguas, pero es imposible darle utilidad aquí dentro. Tampoco tenemos ningún sofá a mano, ni un juego de sabanas limpias con almohada incluida. Pero, sin duda, el barro podría hacer un buen papel como sucedáneo de esos objetos. Hay varios rincones muy apropiados para una instalación semejante. Además la moto está puesta a tope y el motor se recalienta... ¡y se han dejado la puerta abierta con la corriente que hace! En fin no es por protestar pero tenemos un pequeño problema. No se como lo conseguimos pero tardamos menos de la mitad en arrastrarnos de salida que de entrada. Me parece que han soltado una jauría de perros tras nosotros y pueden aparecer por la galería pisándonos los talones en cualquier momento. Una jauría de Doberman llenos de rabia. Una escena edificante. Creo que dentro de poco estaremos fuera... aunque después de una arrastrada memorable.

25.5.09

Ponga Tracks

15 y 16 Mayo 2009
Lo prometido es deuda; aquí están los tracks que grabamos peanando por el Concejo de Ponga, San Juan de Beleño, buscando la Llerza E50 que ha quedado todavía ignota, pendiente de su descubrimiento. Seguiremos buscando.
La Llerza del Sierro, que amablemente nos localizó el amigo Julio, dio -20m, que bueno, pa ostiarse un xiatu (¿se dice así?) es más que suficiente...aunque nos hubiese gustado que tirase un poco más. El resto de agujeros donde metimos la nariz eran aún menores.
Lo dicho, seguiremos buscando por la zona. Qué mejor excusa para recorrer estos maravillosos lares.
Pinchando en las imagenes se amplian y podeis ver algún detalle de distancias, desniveles y tiempos de los tracks.
Aquí están las fotos del paseo:
Concejo de Ponga - San Juan De Beleño - SobreFoz - Ventaniella

Saludos