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Espeleo50, es un colectivo de espeleólogos con mucha experiencia y federados en la FME.

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23.11.09

Sur - Sima Destapada

(7/11/2009)
Paso veloz por Madrid rumbo a un sur muy querido por mí, dejando un reguero de señales de humo. Pepe, como una balanza en equilibrio inestable, esta a punto de oscilar. Intuyo que vendrá. Una ocasión perfecta para que él junto con Zaca, Hugo y Antonio conozcan la Sima Destapada.
Transcurre una semana familiar en Alguazas volviendo a tomar el hilo de mi red de relaciones, aprovechando para localizar una nueva batería para la taladradora Hilti, leyendo a Galois, pero sin gran interés por la espeleología. Para mí la Destapada es una vieja conocida. Me atrae volver a ese cálido lago enterrado a más de 200 metros de profundidad del que guardo un hermoso recuerdo. Sus aguas transparentes, profundamente oscuras me atraen de forma mórbida... como una mujer llena de misterio.

A las ocho y cuarto del sábado siete me reúno con Joaquín en el San Onofre, frente a la antigua Casa del Cura. El día es brillante, como un tanka tibetano proyectado al Mediterráneo, y templado, casi primaveral. Siento un gran placer, como si todo los detalles de una complicada trama encajasen de pronto, permitiéndome disfrutar del presente sin restricciones; como un reencuentro sin futuros inciertos, ni añoranzas pasadas.
Esperamos al resto del grupo entrando a tomar café en el bar de la Plaza del Mar en Isla Plana. Nuestros amigos de Madrid han alquilado aquí cerca un apartamento para las noches del viernes, sábado y domingo. Disfrutan del puente de la Almudena. Pensando que estarán todos dormidos todavía, estoy llamando a Pepe cuando me le veo venir sonriente y feliz. Es una gran alegría volver a verle... enseguida aparecen Hugo, Antonio y Zaca.

Nos cuesta un par de intentos dar con el aparcamiento ideal para pillar la senda de la Destapada, pero lo encuentro. Hay por doquier un penetrante olor a plantas aromáticas, que nos hechiza sin escrúpulos, mientras nos vestimos para la cueva. Solo llevaremos bañador y mono de tela ligera. Los más de 30ºC y la humedad 100% de la zona profunda pueden deshidratar a cualquiera. Compruebo que todos llevamos tres litros de líquido. Joaquín se ha fabricado dos botellas aisladas que ha cargado de isostar helado. Parece que su aislante funciona muy bien.
¿Que material llevamos? Dos cuerdas de 100, una de 40, dos de 20 y un cabo de 8 metros; treinta mosquetones y 10 chapas con tornillo y mosquetón. Tenemos previsto 20+40 para los pozos de entrada, 100 para el pozo Coke y solo 100+20 para el pozo Salva (aunque la reseña marca 130) Habrá que tener cuidadín. En los pozos de entrada no hace frío ni calor. Mientras equipo los pozos voy pensando distraído en mis cosas y esperando a Pepe para indicarle la continuación. Curiosamente alguien ha colocado en los destrepes unos tacos de madera atornillados que facilitan los movimientos de los pies.
En la base de los pozos de entrada, al comienzo de la Red Horizontal, me paro a esperar haciendo alguna foto. Poco después, siguiendo una ruta bien trillada y balizada, alcanzamos la cabecera del Pozo Coke. Zaca y Antonio han dejado bien claro desde el principio que no van a bajar al lago por lo del calor. Prefieren ir a la Sala Cartagena sitio en donde no hace calor y en el que pueden contemplarse formaciones maravillosas. Hugo, Joaquín, Pepe y yo sí que bajaremos al lago. Como no hay cuerdas para todo a la vez Zaca y Antonio nos esperaran en el inicio de los pozos.
Todos los de Madrid coinciden en afirmar que mis nudos son deplorables, siendo difíciles de reconocer como nudos ocho. Me importa un comino. Al comienzo del Coke la charla con Zaca se convierte en una grosera y pornográfica embarrada que Antonio se complace en documentar con una cámara de video. Espero que la mujer de Zaca no lo vea nunca jamás.
No encuentro los anclajes químicos de acero inoxidable que fraccionan el pozo Coke. La instalación me resulta confusa o, quizás mejor dicho, mi mirada está confusa. Como el pozo consiste en una rampa que se podría bajar andando si no fuese por lo resbalosa que está, tampoco me preocupo excesivamente por ello. Pienso que faltan algunos anclajes, pero Zaca y Antonio, que vienen algo después a echar un vistazo, encuentran todos los fraccionamientos necesarios... La rampa barrosa ha sido provista de escalones -tallados en la tierra- que facilitarán su ascenso. Pero la última parte es demasiado angosta y se hace desagradable. A la subida este punto del Coke se nos convirtió en el pasaje más difícil y agotador. En contra de mi comportamiento habitual en las cuevas -crecerme ante las dificultades- me gustaría que la bajada hacia el lago fuera un agradable paseo sin ninguna dificultad. Me encantaría tenerlo a mano.
Para evitar sorpresas desagradables en el pozo Salva, voy economizando cuerda. Pepe me acusa de dejar muy escasos los fraccionamientos, pero no me gustaría que se nos acabasen las cuerdas unos metros antes del final del pozo (en ese caso no podríamos llegar al lago, única justificación de las penalidades del Pozo Salva) La realidad me da la razón. El último fraccionamiento coincide con el final de la cuerda de 100. Desde aquí uso la cuerda de 20 evitando por los pelos el paso de un nudo. Tenemos mucha suerte.
En cuanto veo el lago se me enciende una lucecita. Me quito el mono y me meto en el agua con un placer exquisito, como si de un arcaico ritual de bautismo se tratase. Es un agua de una transparencia mágica. De a buten tronco... como mola -desvaríos madrileños- mientras nos bañamos se nos van aflojando las neuronas. Pepe esta haciendo fotos dentro del agua. Yo me he dejado la cámara en la cabecera del pozo Salva para evitar su destrozo definitivo. Con una humedad tan alta, estando con el objetivo al aire y con el polvo por todos lados tengo todos los boletos para quedarme sin máquina fotográfica. Un termómetro de máximas y mínimas marca 31ºC.

A la subida endosamos a Joaquín y Hugo, mucho más jóvenes y fuertes, la pesada tarea de desinstalar los dos pozos. Cuando alcanzo la mitad del Salva me chorrea tanto sudor por la frente que me entra en los ojos. Resulta ser un líquido que escuece a rabiar. En el entreacto de los dos pozos puedo limpiarme el sudor y beberme medio litro de agua.
Dejo de oír a Pepe en cuanto paso hacia el Coke. No más alcanzar su cabecera comienzo a vociferar a pleno pulmón. Pienso que Zaca y Antonio, aburridos por la espera, se han ido. Zaca me contesta destempladamente que a qué vienen esos gritos. Los he despertado de su magnífica siesta. Me uno a ellos en la posición yacente hasta que llega Pepe. Una hora después comenzamos a inquietarnos por Hugo y Joaquín. Sopesamos las posibilidades de que haya reventado uno de ellos por el camino. Dejamos pasar un rato más, hasta que Antonio y Zaca no pueden más y deciden bajar. Cuando Antonio ya esta descendiendo oímos una débil respuesta a nuestros gritos. Media hora después Hugo y Joaquín se encuentran a nuestro lado cansados de la brega.

La distancia a la Sala Cartagena es escasa. Zaca se adelanta con Antonio y cuando llegamos a la cabecera del pozo de acceso ellos ya se encuentran abajo. Todo lo que hago en la sala es sacar la cámara junto con el trípode y comenzar a disparar fotos como un poseso hasta que me toca el turno de salida. La Sala Cartagena no defrauda a nadie, es un magnífico panel de excéntricas de aragonito de una delicadeza y belleza extremas. Es necesario acercar la mirada a las paredes para que se hagan evidentes estas hermosuras.
Los primeros en salir son Antonio y Zaca. Les sigo rápido para indicarles en la Red Horizontal la ruta alternativa, mucho más corta, hacia la base de los pozos de acceso. Luego vuelvo para esperar a todo el resto. Con el barrillo que tengo a mano voy construyendo todo un ejército de pequeñas peonzas con aspecto de seta dobles. Me quedo ensimismado hurgando en soledad mis pensamientos indecibles.
Pepe viene desinstalando. Él y yo somos los últimos en salir de la Destapada. La calma domina la escena. Todo preñado de las lucecitas de los pueblos, de estrellas y de la oscura masa del Mediterráneo hasta el horizonte. Disfrutamos de una templada noche-hermosa mientras bajamos por la senda. Un cartel grafiteado en una losa de roca: I love you me recuerda algo olvidado. La noche se resuelve apaciblemente en el apartamento de Isla Plana con unas setas preparadas por Zaca y un delicioso pastel de carne aportado por Hugo. Todo regado por muchas cervezas.

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